Siempre es hermosa, pero cuando la vemos multiplicarse y apropiarse de diversos espacios uno siente que crece con ella y que lo mismo coronamos una cabeza que se cubre con una gorra que la muestra, porque sabe que así está al amparo de brazos maternales, que se late al ritmo del corazón del pecho que la porta.
Estaba en todas partes, pequeña afianzada a diminutas astas que soportaron estoicas los vaivenes de las manos que la agitaron y cuando se juntaron muchas, parecieron mar.
Iba en brazos vigorosos que la ondearon por horas; sostenida entre varios que tendían sus dedos para sustentarla, y allí, en ese acto en que unos cuantos cuerpos dieron algo de sí al estandarte, andaba la unidad.
El sol se filtraba por ella tomando la luz los colores que para los cubanos son Patria; y es que la Bandera de la Estrella Solitaria es el símbolo de Cuba.
Sí, la llevaban miles, los hombres, mujeres, niños, adolescentes, jóvenes que se quejan del apagón, del alza de los precios, de la insuficiencia del salario ante la inflación, del burocratismo y lo mal hecho.
Los mismos que cada día dan batalla ante carencias y problemas, los que no se rinden, los que acompañan el lamento con empeño cotidiano para alimentar la esperanza y engendrar el futuro.
Este Primero de Mayo, en las calles de Pinar del Río nos juntamos independientemente de las razas, edades, estudios académicos y creencias, nos unimos por Cuba, esa tierra que es mía, tuya, nuestra… que no podemos arrancarla del mar Caribe para mudarnos a otros predios, pero que se puede llevar en el alma y hacerlo saber con cinco franjas y una estrella.
Fue, es, testigo de grandes contiendas, atesora el linaje de próceres, héroes y mártires; la pureza de los ideales que los llevó al sacrificio y la elección de erguirnos sobre el yugo para hacer refulgir la estrella.