Hace 56 años Guerrillero atesora las historias de miles de pinareños. Recoge en sus páginas los hechos más relevantes de Vueltabajo, y aunque a muchos les quede el sinsabor de que a veces quisieran ver un periódico más parecido a su gente, a su realidad, lo cierto es que no hay un viernes que no lo intente, que no se arriesgue, que no quiera estremecer esta parte de Cuba con alguno de sus trabajos.
Pero bien sabe su equipo de redacción que no basta con intentarlo, con quererlo, con desearlo. En estos tiempos de redes sociales, de toxicidad en cualquier soporte, de inmediatez sin argumentos, el periodismo tiene que reinventarse y llevar las agendas públicas hasta los medios, nada sencillo, pero es nuestro deber.
No puede ser Guerrillero (el de papel, el que circula los viernes), el periódico de la noticia, sino el de los análisis en profundidad; no el que anuncia, sino el que explica; no el que dice apenas pasó esto o aquello, sino que ofrece al lector, ya de una forma más reposada, por qué pasó esto o aquello y cuáles fueron sus consecuencias.
Ese seguimiento a la noticia no es tarea sencilla, bien lo saben quienes pasan horas, con apagones incluidos, detrás de una computadora, sorteando fuentes que se vuelven esquivas, que no responden lo que se pregunta o edulcoran cualquier chapucería, e hilvanando hechos para publicar luego una historia completa, sin medias tintas, que satisfaga al más exigente lector.
Guerrillero hoy posee otros derroteros. Tiene el desafío de mantener bien ubicada en internet su página web; sostener sus perfiles en redes sociales; informar a los que desde la lejanía añoran su tierra; seguir al detalle cada acontecimiento o hecho relevante que ocurra aquí, desde un huracán categoría cuatro hasta un playoff de la Serie Nacional de Béisbol.
¿Cómo conectar hoy con las nuevas generaciones? ¿Cómo ser referente en un mundo en el que todos tienen su verdad? Definitivamente, los caminos tienen que ser otros por los que no se sacrifique el oficio.
Guerrillero no es perfecto, pero es necesario. Quizás a sus 58 años no tenga una certeza mayor que esa. Ser un espejo de Pinar, a veces incómodo, le ha permitido andar con cierto orgullo y la frente en alto.
Las miles de ediciones que permanecen en su archivo son fieles testigos de cuánto ha hecho este semanario por su provincia y, sobre todo, cuánto le falta por hacer en ese camino, siempre cuestionado y nunca libre de reproches y críticas, de describir un hecho con paciencia, una crónica con el alma, de llevar al papel el rigor del reportero o la reportera (que seguimos siendo mayoría), y de mantener a ultranza un compromiso con la verdad en medio de ese equilibrio dantesco que es valorar lo que es noticia o no y hacer su análisis a “camisa quitada” con profundidad.
Casi seis décadas no debe ser mucho tiempo si uno sigue sintiéndose joven como este semanario que hoy usted repasa en sus manos, y que cada viernes, incluso para criticarlo o verse reflejado, espera por él.