“Dondequiera que vea un juego de pelota me paro a verlo, eso es lo mío, va en el ADN. A sus 76 años, cada día baja cuatro pisos para ir a trabajar, a coger sol con los muchachitos que entrena, pues sin el béisbol no puede vivir.
El nombre de Juan Guillermo Díaz Fuerte puede no decir mucho al lector; sin embargo, cuando se habla de la historia de la pelota en Pinar del Río, sería injusto pasar por alto a Charles Díaz.
Atesora tal seudónimo cual trofeo de guerra, de la época en que jugaba en los juveniles y un activista del deporte lo comparó con Charlie Neal, atleta de las grandes ligas, al cual se asemejaba en su desempeño en el terreno. Desde ese entonces dejó de ser Juan Guillermo.
LA ÚNICA OPCIÓN
Aunque nació en Pinar del Río, desde pequeño se fue a vivir a La Habana con sus padres. Allí comenzó a jugar pelota hasta que siendo adolescente regresó a su tierra.
“Jugué muchas ligas infantiles en la capital, llegué incluso a hacer el equipo Cuba juvenil. Era pasión lo que sentía. Recuerdo que una vez me fracturé una pierna y me pusieron un yeso hasta el muslo. No podía caminar. Yo vivía en el reparto Martí, y al frente había un solar, y cuando mis padres no estaban, en vez de hacer reposo, cogía todas las piedras que había regadas, las ponía en el portal y con un palito me ponía a batear para allí.
Con 18 años ya estaba en la preselección de Industriales. Un entrenador le pidió que regresara a Pinar, donde iba a poder jugar como regular. La idea de desarrollarse como atleta lo hizo volver a su tierra.
“Después de terminar la secundaria, me habían captado para la ESPA nacional, pero no me fui, porque habían abierto el Fajardo. Yo no iba a ser ingeniero ni médico, así que ingresé en el ‘67 y me hice profesor de Educación Física, luego me gradué de licenciado y después de máster”.
Charles recuerda que aprendió a jugar todas las posiciones, era bueno al bate, pero quería halar todas las bolas, y eso, reconoce, es un error grande en un bateador.
Antes de ser jugador de cuadro pitché y hasta catché. Aprendí a jugar al béisbol antes de determinarme por una posición, que es lo que a veces no se hace hoy en día. Hay muchachos que llegan a los juveniles y ya vienen especializados. En esas categorías no se debe hacer eso. Usted tiene que dominar todas las posiciones. La especialización viene después”.
Charles solo pudo jugar cuatro series nacionales y aquella famosa que se llamó de los 10 millones. Con 23 años se lastimó el brazo y tuvo que tomar la difícil decisión de retirarse del deporte activo.
“Fue difícil, pero no tenía otra opción que seguir en el béisbol, así que empecé de entrenador, primero de Vegueros, y al año siguiente me propusieron dirigir Pinar del Río.
El nombre del equipo cambió a Forestales. 12 años se mantuvo dirigiendo aquel roster a la vez que se desempeñaba como jefe técnico de la Comisión Provincial.
Mientras no había serie, esa comisión se activaba, íbamos a todos los municipios a captar. De ahí salieron muchas figuras, surgió la Academia Provincial y comenzó el renacer de Pinar del Río. A veces la gente no recuerda eso.
Tuvimos series nacionales que, de 99 juegos, solo ganamos 12, éramos un ‘jamón’ para todo el mundo, hubo un despertar. Aquella situación cambió con nuevos técnicos, nuevos métodos de trabajo.
“Muy pocas personas hablan del tema, pero de ahí surgió el gran equipo de Vegueros, de ahí salieron los campeonatos grandes que se ganaron, de esa academia y de los técnicos que estábamos allí: Cortina, Jorge fuentes, Osaba, Jorgito Hernández, junto a los más viejos como Lacho, Baró y José Joaquín Pando, que fue el padre del pitcheo pinareño y quien ayudó mucho a Cortina en su desarrollo.
“Nos basamos en la experiencia de esas personalidades, hicimos series provinciales muy bonitas, y estuvimos muy cerca de la excelencia, fuimos los reyes del béisbol en Cuba”.
INTERMEDIO
En medio de todo el recorrido de Charles por el mundo de la pelota, hacemos una pausa, cuando le pregunto por Omar Linares y recuerda una de las tantas anécdotas de las que se enorgullece:
Era un niño prodigio. Entró a la Eide, en atletismo, con 14 años. Fidel, su padre me dijo que lo que quería era béisbol y lo pasamos. Con 15 años ya era una estrella, hacía lo que ninguno de los que llevaban tres años podía.
“Cuando fuimos a hacer los equipos de Vegueros y Forestales, yo plantée que quería a Linares. Para el primero siempre se escogían a los mejores, y para el segundo dejaban a las figuras jóvenes para que se desarrollaran, era como el equipo escuela, el que formó a Julio Romero, a Casanova a Fernando Hernández .
La mayoría de los entrenadores estuvieron en desacuerdo, porque decían que iba a quemar etapas, que estaba estudiando, que iba a tener problemas. Insistí, porque lo había visto jugando y sabía de su talento. Ese chiquito estaba por encima del béisbol en Cuba. Les dije que el problema de la escuela lo resolvía yo, que solo iba a jugar en casa, y así fue como comenzó Linares en series nacionales”.
Entre sus tantas satisfacciones también está haber sido el primer entrenador de Alexei Ramírez, haber dirigido al equipo de la Isla de la Juventud por cuatro años y haber aportado su experiencia en Italia.
Cuando terminé con Forestales decidí irme al Pedagógico. Logré hacer un equipo tremendo con Faustino Corrales, José Soto, Luis Alberto Guerra, Pedro Luis Dueñas. Ganamos la primera universidad del deporte que se hizo en Cuba y dirigí por dos años el equipo Cuba universitarios, ganamos dos centroamericanos, uno aquí y otro en Guatemala.
VIVIR PARA EL BÉISBOL
En su regreso al Inder saboreó cinco títulos de la Liga de Desarrollo como coach de banca, bajo el mando de Urquiola. Luego se fue con Jorge Fuentes y también ganó. Sin embargo, en la serie 47 le tocó dirigir:
No había manager para el equipo. Reunieron a todos los entrenadores y salió el nombre mío por unanimidad. Dije que no estaba de acuerdo, eso no era lo mío, pero al final acepté. El resultado no fue malo, pero La Isla tuvo un año de ensueño y clasificaron ellos, por un juego.
“Para mí fue una amarga experiencia, no quería dirigir, y al no clasificar me sentí responsable. Tiempo después dirigió Jorge Fuentes y con 45 juegos clasificó. No estaba para mí, no era mi momento y yo lo sabía”.
Entonces hablamos de sus referentes como entrenadores:
“Tuve dos paradigmas, Juan Ealo de la Herrán, que fue mi profesor en el Fajardo, y también jefe técnico de la Comisión Nacional del equipo Cuba por mucho tiempo. El otro es Ramón Carneado, mánager de Industriales por varios años. Ambos me enseñaron mucho de béisbol. Pero aprendí con todos los entrenadores. Me acercaba, preguntaba y escuchaba también a los árbitros, sobre todo para conocer y dominar las reglas del béisbol, que son muy difíciles.
“Hoy los directores de equipos no conocen las reglas a plenitud, tal vez lo básico, pero hay que estudiarlas bien, interpretarlas”.
Irremediablemente hablamos del incidente en que se vio involucrado mientras fungía como comisario técnico de la 63 Serie Nacional. Aquel suceso, en el cual no hizo más que cumplir con su deber, le valió una sanción que hasta hoy le ha dejado un amargo sabor.
“No estuve de acuerdo con ninguna de las sanciones que me impusieron, apelé a todas las instancias. Hace seis meses que escribí al presidente de la Asamblea Nacional, explicando mi caso, aún espero respuesta.
Creo que utilizaron mi nombre como punta de lanza. El tiempo de la sanción terminó y aun así me desaparecieron del grupo de comisarios técnicos, me eliminaron de todo. Es como si no existiera”.
Es esa, precisamente, una de las insatisfacciones que lleva consigo este decano del béisbol cubano.
Lo más duro ha sido el retroceso y ver cómo, debido a quienes dirigen el béisbol en el país, se está apagando algo que ha costado mucho encender. Siento verme excluido de lugares donde puedo aportar todavía.
¿Qué significa Cortina para Charles Díaz?
Es mi hermano, a uno biológicamente le toca una familia, pero sentimentalmente, socialmente, llegas a tener otra. Él es mi familia, venimos juntos desde el Fajardo. Tenemos muchas discrepancias, discutimos bastante, pero en las cosas básicas, de principios, coincidimos.
¿Qué cree del béisbol actualmente en Cuba?
El éxodo de atletas ya no es en las categorías grandes. Se están llevando muchachos de las menores. Aparte del bloqueo, la falta de recursos, implementos y la mala calidad de los terrenos, las condiciones para la base no están creadas. La serie nacional hoy da ganas de llorar. Ves a un atleta medio que es una estrella, y es por el bajo nivel que hay.
Lo otro es que los entrenadores no se parecen a los de antaño, y los que dirigen el deporte tampoco tienen los conocimientos necesarios, ni siquiera intentan rodearse de los que saben. Todo es por conveniencia.
¿El jugador que más admira?
Sin lugar a dudas Frederich Cepeda. No solo por su calidad y talento como jugador, sino por la grandeza que tiene como persona, una calidad humana que está por encima de todo. Te lo digo sin dudar. Él no tiene comparación.
¿El mejor mánager?
Ramón Carneado. Para mí no ha surgido un manager como ese.
A Charles lo encontró la jubilación, pero permanece cerca de lo único que sabe hacer.
Me pidieron ayuda para integrar una comisión municipal como jefe técnico. Estamos tratando de levantar el beisbol infantil en el municipio.
“Soy mal carpintero y peor albañil. Lo que sé hacer es esto. No me concibo sin la pelota. A pesar del lugar donde esté y de todo lo que haya sucedido, voy a seguir aportando”.