El servicio de transportación de pacientes de hemodiálisis en taxis es una prioridad que encuentra siempre sensibilidad y respeto por parte de los choferes
Lidia Fernández Loaces cumple este mes 50 años como taxista. A pesar de las incomprensiones de los primeros años, cuando los jefes le hacían rechazo por ser una mujer que se atrevía, como pocas, a ocupar un puesto de trabajo “concebido” para hombres, ella se impuso, ya que nada le gustaba más que manejar; llevar a las personas de un lugar a otro, servirles; siempre con buen trato, con empatía.
El tiempo pasó y se ganó un puesto respetado, un lugar que se agenció porque, al decir de uno de sus colegas “es tremenda taxista”. A ese criterio se suma el que los pasajeros refieren sobre ella: “Atenta, discreta, sensible, y, sobre todo, muy humana”.
Pasa la mayor parte del tiempo en carretera, arrima su carro para responder al celular sin saber siquiera que este equipo de prensa la llama para hacerle una sola pregunta: ¿Qué significa para usted, con medio siglo de experiencia, cumplir puntualmente con el servicio de transportación para la hemodiálisis?
Rápida, quizás más de lo que es en la vía, responde: “Requiere mucho esfuerzo, consagración. Los días que tenemos que trasladar pacientes, uno se planifica porque no pueden llegar tarde, incluso, estamos disponibles, pues a veces pueden entrar más temprano al tratamiento y hay que recogerlos.
“Ahora mismo tengo una paciente que vive en la carretera a Luis Lazo y hay que bajar por un camino bastante deteriorado, pero hasta allá vamos, porque con el paso del tiempo ese paciente se convierte en familia. Siento un amor tan grande hacia mi trabajo, que no tengo palabras para describirlo, sea cual sea el servicio, pero cuando se trata de la hemodiálisis, no hay nada que compita, es prioridad”, expresa Lidia, en medio de la noche, sorprendida aún por la llamada.
Como el suyo, otros 79 autos prestan el servicio. En estos momentos, 65 están operativos, detrás de ellos están los choferes que trasladan en taxis a 131 pacientes de toda la provincia hasta las salas de hemodiálisis, ubicadas en las tres posiciones: la del hospital Abel Santamaría, la del Hospital de Sandino y la del policlínico Primero de Enero, en Consolación del Sur.
Un grupo se transporta también en ómnibus, según confirmó Frank Cruz Hernández, especialista principal de la Oficina de Pinar del Río de la Agencia de Taxis Viñales.
SIN HORARIO
“A la hora que sea y cuando haga falta. Es una cosa que te corre por las venas”, asegura Alexander Fragoso Hernández, hoy chofer de Taxis, y quien hasta hace muy poco tiempo fungía como director de la Oficina Comercial de Pinar del Río.
Sobre su experiencia administrativa, y luego tras el volante, comenta: “Llegué a los taxis en enero de 2004 como especialista del área técnica, trabajé en explotación del transporte, fui subdirector Comercial y Operaciones de Cuba Taxi y en 2015 paso a ser director. En 2022 se reconvierte en Taxis Cuba y en 2024 se unifica la agencia a la de Viñales.
“El servicio regular presta asistencia al sector de la Salud y a otras entidades que lo demanden, pero la transportación para la hemodiálisis es nuestra tarea principal. También se llevan personas hasta La Habana a consulta de Oncología, trasplantados, que no deben viajar en ómnibus”.
Al referirse a la organización reconoce: “No hemos estado exentos de dificultades. Si un taxi demora 10 minutos, la queja llega al Partido y al Gobierno, porque el carro no puede fallar, pero se rompen, se ponchan, esas cosas pasan también, aunque no es la generalidad. Aquí lo que es muy frecuente es que se cree una relación de amistad, de cercanía, de respeto”.
El servicio de hemodiálisis recibe en diferentes horarios: a primera hora de la mañana, al mediodía, en la tarde y a las ocho de la noche, en dependencia de la disponibilidad de riñones artificiales y de la cantidad de pacientes recibiendo la asistencia.
Para que estén a tiempo, el taxista debe recoger en su casa al paciente, a veces llaman al chofer para adelantar el turno, pero es complicado, señala Fragoso Hernández, al punto de que en no pocas ocasiones terminamos de madrugada, porque un tratamiento se puede retrasar.
El servicio, además, quedó con una tarifa mínima, por lo que cuando no tenemos traslados, debemos trabajar para formar salario, pues los carros son arrendados. “Sin embargo, jamás se subordina un traslado planificado a un viaje que pueda aparecer”, enfatiza.
COMO UNA FAMILIA
Asegura Juan Manuel Blanco Sánchez, uno de los choferes que tiene a su cargo la transportación, que se llega a crear una simbiosis paciente-chofer, la cual es muy importante, se vuelven familia: “El día que Doel Hernández Monterrey tiene tratamiento, yo me subordino a él. Ni puedo salir de la provincia ni alejarme en el municipio. Él me llama, nos mantenemos en contacto, y cuando termina en el hospital, ya lo estoy esperando. Uno crea un nivel muy alto de compromiso y responsabilidad”.
Y Doel Hernández lo confirma: “He contado con tres choferes: Zenén, Eliecer y ahora Blanco, y jamás he tenido una queja. A la hora que lo llame viene, hoy mismo adelanté el horario y me vino a buscar enseguida, hace apenas un rato regresó conmigo y ya son más de las siete de la noche”, explicó este miércoles, vía telefónica, Hernández Monterrey, quien lleva un tiempo prolongado bajo tratamiento.
Cada entrevistado relata una historia que puede repetirse en la mayoría de los choferes del servicio regular de Taxis Cuba, como la de Rafael Cabrera Suárez, con más de 15 años al timón: “Hay que tener mucho compromiso para llevar a un niño un 31 de diciembre a hemodializar a La Habana. Y hay que hacerlo, pues le corresponde ese día y no otro. Nuestra familia lo sabe y lo entiende.
“Quizás es que uno se involucra demasiado con los pacientes, y si hay que cargarlos, se cargan, se les hace un chiste, uno siempre trata de dar lo mejor de uno”, confiesa.
Rafael señala que en no pocas veces lo llaman un día que no corresponde porque el paciente se siente mal, “y ese día también se traslada de inmediato, sin costo, es una cuestión de compromiso, de humanismo, de solidaridad”.
Puede ser que alguien se queje por una llegada tarde, por un carro roto, por una demora no prevista, pero la realidad apunta a que es este un servicio que se prioriza desde la asignación de combustible hasta la organización, para que, incluso, los pacientes que viven en zonas de difícil acceso lleguen en tiempo al hospital, y luego del tratamiento sean devueltos a sus casas y puedan descansar.
El servicio tiene muchos rostros. Algunos más risueños, otros más serios, pero todos respetuosos. En esos taxis que vemos ir de un lado a otro viaja la esperanza, de cualquier color, pero sobre todo, de amarillo y negro, y con mucho, mucho amor.