Dentro de los nuevos estándares urbanísticos mundiales se establece un nuevo concepto: el de “ciudad amigable con el medio ambiente”, ciudad sostenible o eco ciudad, que a juicio de los grandes consorcios urbanísticos no es más que aquella diseñada y gestionada para minimizar su impacto ambiental y promover una alta calidad de vida para sus habitantes.
Una ciudad sostenible debe ser aquella donde abunden las zonas verdes, se fomente la movilidad sustentable y la contaminación sea casi nula, y nos referimos a la contaminación de la atmósfera, con los gases de efecto invernadero; a la contaminación del agua, de la tierra; al uso de los combustibles fósiles para la obtención de energía, y también a la contaminación acústica o la que es causada por los ruidos.
Pinar es una ciudad libre de grandes industrias, fábricas y avenidas congestionadas de autos emisores de monóxido de carbono, pero eso sí, está llena de ruidos provocados por motores, autos y por el mismo hombre. Este tema ha pasado en otras ocasiones por este periódico; sin embargo, aún no se soluciona.
La contaminación por ruido ha pasado por varias etapas en el tiempo. Recordemos las famosas motos rusas adaptadas en Cuba, las «berjovinas» que tenían la fama de hacer mucho ruido; pero después aparecieron los «X cien», «las Karpatis», las motos modernas a las cuales se les retira el silenciador y se les colocan esos escandalosos y molestos tubos de escape que causan mucha incomodidad y malestar en la población.
Tampoco de esta problemática escapan los autos y los camiones a los que se les colocan unos claxon estruendosos, y por si fuese poco, a las motos eléctricas les agregan bocinas, y así, a todo volumen, circulan por las calles de nuestra ciudad impunemente.
Todo lo expuesto exacerba más el estado de ansiedad del pinareño, porque esta situación sucede de forma cotidiana, y lo peor es que ha ido en aumento delante de nuestros ojos y de nuestros oídos que son los más afectados, pero ahora preguntemos: ¿En el chequeo que se le brinda a los vehículos para darle la circulación no se revisa esa condición? ¿No existe una ley que regule la contaminación sonora y que contiene sanciones?
Si las personas, para sortear la ley, colocan las piezas adecuadas y después las retiran por otras más ruidosas ¿qué hacen las autoridades pertinentes? Las respuestas a estas preguntas nos llevarían hacia la solución del problema; no obstante, no se observa mejoría, lo que nos lleva a pensar en inoperancia y falta de concientización por parte de las autoridades competentes (del Tránsito, especialistas de Higiene y del Citma), quienes no aplican y conciben una estrategia sistemática que proteja la salud auditiva de los habitantes de esta ciudad.
Dentro de la legislación cubana vigente, la Ley 81/97 del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) es la principal norma que regula la contaminación acústica. En su Artículo 147, esta ley establece la prohibición de emitir, verter o descargar sustancias, así como producir sonidos, ruidos, olores, vibraciones u otros factores físicos que puedan afectar la salud humana o la calidad de vida de la población.
De forma complementaria, se encuentra también el Decreto Ley 200/99 para Contravenciones en Materia de Medio Ambiente.
La exposición mantenida al ruido afecta a los órganos de la audición. Este tipo de ruido, que suele superar los niveles de seguridad recomendados por la Organización Mundial de la Salud, (aproximadamente 70 dB en promedio) puede provocar pérdida auditiva inducida por ruido (PAIR).
La PAIR ocurre cuando las células ciliadas sensoriales del oído interno, responsables de convertir las vibraciones sonoras en señales nerviosas, se dañan o mueren debido a la exposición constante a sonidos intensos, lo que resulta en una reducción progresiva de la capacidad auditiva y dificultades para distinguir sonidos en ambientes ruidosos.
Además, el ruido vehicular mantenido no solo perjudica la audición directa, sino que también puede generar estrés crónico, perturbación del sueño y aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, lo que indirectamente puede influir en la salud del sistema auditivo.
La incomodidad y la fatiga auditiva provocadas por este ruido contribuyen a una disminución de la calidad de vida, dañando la comunicación y el bienestar psicológico, por tanto, es fundamental implementar medidas de control ambiental y usar protecciones auditivas en entornos de ruido intenso para prevenir estos daños.
Hoy no somos conscientes de los perjuicios que las acciones propias del hombre pueden traer consigo en un tiempo futuro. Es una realidad que la situación actual es adversa, más que hostil, el día a día se hace complicado, estresante y, por encima de todo muy difícil, pues al menos, lo asuntos con solución deben ser resueltos. Corresponde a los servidores públicos realizar su función.
Por Eduardo Enrique Cecilia Paredes, médico de familia, Pinar del Río