Por el Día Internacional de la Mujer, Guerrillero entrevistó a una joven maestra, madre de una bella niña, Nashly; y con un proyecto de vida basado en la superación constante
Lisandra Pérez Guillen es una muchacha alegre y que siempre está riendo, pero que asume las responsabilidades con mucho empeño, y a todo lo que hace “le pone corazón”, como ella misma nos dijo. Tal vez por eso es una joven con un proyecto de vida y de superación.
Tiene 28 años y ya cuenta con 10 de experiencia en la docencia. Algo que la ayuda desde que se graduó en la “Tania la Guerrillera” es su labor en la escuela rural de primaria Francisco de Arango y Parreño, ubicada en el siete de la carretera a Viñales, el mismo lugar donde realizó sus prácticas como estudiante.
En su colectivo, Lisandra es querida, lo cual apreciamos al hablar con sus compañeras de trabajo, y ese mismo afecto lo devuelve con creces, porque al referirse a ellos, lo hace con cariño.
La vimos en el aula con sus 12 pequeños de primer grado y disfrutamos de una escena acogedora, pues sus niños le profesan respeto, pero más que eso, amor.
A esa edad se es muy sincero, por lo que fue muy genuino todo lo bueno que hablaron de su maestra. Entre ellos, el espontáneo Thiago, y todos los demás, Milagros de la Caridad, Brenda, Luz María, Marianne, Elier…
Nacida en Sumidero y criada en el cuatro de la carretera a Viñales, esta joven siente la escuela como su casa, por eso, cuando estuvo de licencia de maternidad asistía a algunas actividades y se mantuvo al tanto de todo lo que acontecía en su lugar de trabajo. Así nos contó la directora de la escuela, María Luisa Martínez, quien nos aseguró que esta jovial muchacha es su reserva para ocupar el cargo.
NO IMPORTA SI EN ARAÑA O BICICLETA
Viajar cada día del kilómetro cuatro al siete, a veces se convierte en un gran reto; no obstante, bien temprano llega Lisandra para ocuparse de “sus niños”, como ella los llama.
“A veces en carreta, otras en carro, en araña, y hasta en una bicicleta, pero llego”, nos dice esta mujer, tal vez no muy alta de estatura, pero grande en disposición, una palabra que define muy bien su forma de ser.
Si de algo vive orgullosa esta educadora es de sus padres. De su papá y de esa parte de su árbol genealógico heredó, quizás, el amor por ser maestra. Él es profesor, al igual que muchos otros de su familia.
“Amé el magisterio desde siempre. Me asombré cuando ya de grande revisé mi expediente de estudiante y en la caracterización de segundo grado está escrito que tenía mi vocación muy bien definida”.
A Marlenis, su maestra de Primaria, le debe el haber fomentado su interés por la profesión, por eso la recuerda con respeto, así como a profesores que influyeron en su formación en la escuela pedagógica de Pinar del Río.
“Siempre quería escribir en la pizarra y enseñarle a los demás, y en la “Formadora” me decían que me cogía lo de ser maestra en serio. De esa etapa recuerdo a mi profesor Sixto, quien es un referente para mí”.
Confiesa que le gustan los niños pequeños, además, ser líder y estar al frente del grupo para enseñar y guiar.
“Un maestro debe tener como primera cualidad la paciencia, tiene que ser honesto y dar el ejemplo, saber llegarle a los niños y poseer humildad”.
Este año, Lisandra imparte primer grado por vez primera, tal vez el más difícil y la base de los estudios posteriores.
“Nunca pensé dar este grado, pero este grupo tiene sus características, desde prescolar presentaron dificultades: hay tres alumnos suspensos, entre ellos, uno con problemas en el lenguaje, y la directora me escogió para esa aula”.
La joven maestra, para ocuparse de las individualidades y de los alumnos con problemas en el aprendizaje, les da clases en el horario de la tarde, y en el aula los atiende de manera diferenciada, porque ellos van por otras letras.
La joven nos habla de forma detallada de las características de sus estudiantes, de sus familias y demás, porque un buen maestro debe saber muy bien cualquier detalle que le permita trabajar con los alumnos y obtener resultados.
Prefiere los medios de enseñanza, porque es de las que piensa que por la vista es por donde mejor se les lleva el conocimiento, “con videos, láminas y la conversación.
“Para mí, los educandos son como mis segundos hijos, primero está mi niña y después ellos, porque aunque son muy activos, también son cariñosos y me quieren bastante”, confiesa con alegría genuina y orgullo. “Ellos me ven llegar y se mandan hasta que me alcanzan y me abrazan”.
La fortaleza de Lisandra está en su familia y en su encargo social. De la primera nos habla de sus padres, su esposo y su niña Nashly, y al pensar sobre debilidades nos dice:
“Hoy se están viviendo tiempos difíciles, pero a pesar de eso, no me equivoqué en elegir mi profesión, ya que me encanta. Cuando entro al aula me transformo.
“Uno viene con mil cosas en la cabeza: que si la comida, la niña… pero entras y todo se olvida, te dedicas a los niños, a enseñarles, atenderlos, y a tratar de que sean cada vez mejores, no solo en el aprendizaje sino en el comportamiento, con la familia y la sociedad”.
Hubo un alumno que recuerda por lo que la hizo llorar, su nombre Alieski.
“Él vino de una escuelita de La Palma y no sabía ni decir su nombre. Imagínese que conseguí que se fuera por delante de los otros alumnos. Al principio yo lloraba y decía ‘no puedo’. Fue un niño que te daban deseos de enseñarle”.
Al preguntarle cómo enfrenta los conflictos que se encuentra cada día en el trabajo, nos respondió:
“Con mucha paciencia y valentía. En la actualidad, para enseñar, educar y trabajar con niños hay que tener muy buen corazón, pues los padres tienen sus problemas en casa y a veces no vienen de la mejor manera a hablar con uno, pero hay que tratar de sobrellevar esas dificultades y sacar lo mejor de nosotros, de la familia, de los muchachos”.
A Lisandra el optimismo le hace gala, por lo que dentro de sus planes presentes y futuros está la superación, por eso no se contenta con el título de Licenciada en Primaria que obtuvo, sino que se prepara para la maestría y su categorización.
UNA MUCHACHA SENCILLA, DE DONDE CRECE LA PALMA
Vive sola con su esposo y su hijita, por lo que debe asumir el cuidado del hogar, aunque confiesa que Yosbel, su esposo, la ayuda mucho.
“Es difícil, pero se consigue. Es llegar, ver si tienes que prender el fogón… y demás tareas, pero siempre con la mejor disposición, por eso a veces me dicen: ‘A ti todo te sale bien’, y les respondo: ‘Porque todo lo hago con amor”’.
Cuenta con el apoyo de su familia: Sahily, su mamá, le cuida la niña para que ella trabaje. “Ah, y no olvides poner a mi papá José Luis, pues él también es lo más grande para mí”.
Esta muchacha, de origen humilde, ama a Martí, para ella es el mejor maestro, el pensador con vigencia, por esta razón, al evento rural llevó un sistema de actividades para, a partir de juegos, trabajar la obra del Apóstol.
“Una actividad da paso a la otra. Lo aplico desde el inicio del curso, esto lo presenté en el evento rural y obtuve premio. Pero lo más importante es lo que he logrado con los niños.
“La mujer para mí, en Cuba u otro país, es lo esencial, porque tenemos que llevarlo todo, y aunque nos cueste mucho esfuerzo, nunca desistimos ni nos detenemos, damos la batalla. Hay muchos problemas a nivel mundial, no solo aquí, pero hemos sabido salir adelante, ya hoy nosotras podemos hacer lo mismo que un hombre, sin temor a la situación económica”.