Es como si el archipiélago entero fuera un inmenso plató de filmación y los cubanos y los visitantes extranjeros los protagonistas de este singular “cine dentro del cine”. La magia del séptimo arte ha inundado como ola cálida y luminosa, desde los barrios más humildes hasta las más importantes salas de proyecciones del país.
El 9no Festival de Cine de Verano ha sido mucho más que una cartelera: ha sido y es una fiesta popular, un reencuentro con las historias cotidianas, donde se mezclan los personajes reales y de ficción, con un aluvión de sueños realizados y talentos compartidos.
Los esfuerzos del gobierno, en la figura del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), ponen por momentos en pausa otras opciones de entretenimiento de los habitantes de la isla caribeña, amantes del ocio a plenitud, en estos meses estivales de 2025.
A las proyecciones del clásico restaurado “Capablanca”, con la presencia en la sala Chaplin del realizador Manuel Herrera y su diva Eslinda Nuñez, se suma la celebración de los 40 años de esa joya irreverente llamada “Vampiros en La Habana”, del mago de los animados nacionales, Juan Padrón, cuya copia digital restaurada recorre las 184 salas de cine activas del país.
Como cómplice efectivo, la TV Cubana desempolva esos telefilmes que tanto han gustado por años, mientras desde Animados ICAIC llegaron estrenos internacionales de muñequitos rusos, franceses, japoneses. Una fiesta visual para todas las edades.
Espacio de lujo este festival veraniego para dar a conocer las nuevas producciones cubanas. Documentales como “Mijaín” de Rolando Almirante o “Ruta ADN” de Alejandro Gil, ponen en el centro de la pantalla ancha a los héroes cotidianos, hombres y mujeres de carne y hueso cuyas hazañas o vidas menos conocidas emocionan y hacen pensar. Se suman otras realizaciones de ficción como “Cinco historias de amor y un bolerón desesperado”, de Arturo Santana.
Lo más hermoso es que el séptimo arte no se ha quedado en las grandes ciudades. Como en los tiempos del legendario y épico cine móvil, se han instalado pantallas inflables y proyectores comunitarios en sitios como El Fanguito, la Colina Lenin o el antiguo Laboratorio a Color de Tulipán. Desde Regla hasta Villa Clara, pasando por Santiago o Pinar del Río, las películas han salido al encuentro de la gente. Llueven las iniciativas. El Centro Provincial de Cine Guantánamo –por ejemplo– saca un proyector hacia el portal de la sala Huambo, una solución revolucionaria frente a inmuebles cerrados por problemas constructivos. ¡Linda manera de resistir, creando!
Y qué decir de la presencia internacional. “Orizzonti”, la muestra de cine italiano, encantó a los espectadores, mientras que la muestra rusa en la sala Acapulco, inaugurada con la presencia del embajador del gran país euroasiático en La Habana, fue todo un suceso para mayores y niños. Le sigue el turno a Japón, otro festín visual para los cinéfilos del patio.
Pero esta meca insular caribeña salta también las fronteras. Relevante fue la participación de la gran actriz Mirtha Ibarra junto a esa alma de la Cinemateca de Cuba, que responde al nombre de Lola Calviño, con la presentación de conferencias, paneles y proyecciones en el programa “Filmes Cubanos Restaurados” en Río de Janeiro, Brasil.
El presidente del ICAIC, Alexis Triana, comunica desde sus conferencias semanales de prensa. Más de 5 mil 200 funciones en 184 cines y espacios cinematográficos de Cuba, y más de 171 400 asistentes hasta el cierre de julio —¡a pesar de los apagones!—, han demostrado que el cine cubano está vivo, palpitando, proyectándose más allá de cualquier dificultad. Detrás y delante de cada sala, de cada proyector, de cada pantalla improvisada, se cuentan historias que reflejan e inspiran el amor de un país que no cree en retos cuando de hacer el bien para todos se trata.
No hay dudas: este verano Cuba ha sido también una gran pantalla de cine, un set gigante donde millones de hombres, mujeres y niños han sido protagonistas de un guión colectivo donde la cultura y el séptimo arte siguen siendo faro, orgullo y motivo de alegría.