Se le metieron en la casa a la doctora de la esquina. Le llevaron el split y algunas otras cosas”. “También anoche asaltaron a unos viejitos de la casa pa´bajo. Les entraron por una ventana y les llevaron desde… hasta”.
Así, día a día, al salir a la calle, escuchas este o más cuál cuento de que en las noches les robaron a unos, asaltaron a otros, o se les colaron en la casa a alguien del barrio. Es que con la actual y crítica situación electroenergética, muchos individuos de nula profesión y escrúpulos, se dedican a estudiar, a vigilar, a acechar a quien trabaja y en las noches “cae muerto”.
Lo debatíamos usted y yo, querido amigo lector, en estas mismas líneas la semana pasada. Tenemos en nuestro país muchas personas desempleadas “inventándose la vida fácil”. Por supuesto, no vamos a ser absolutos ni apocalípticos con lo anterior; pero lo que sí es cierto, es que si se comparan las estadísticas con el número de desempleo in crescendo, también ha aumentado una serie de delitos.
A ver, tampoco llamemos a todos delincuentes, pues no sería justo ni ético, mucho menos profesional por parte de quien suscribe.
Pero como dijéramos y discutiéramos anteriormente, y sin llamarnos al autoengaño: la delincuencia, el bandidaje y el raterismo en general han aumentado en los últimos años y, sobre todo, en los últimos meses.
Y usted se preguntará… ¿A qué viene esta arenga sobre la delincuencia? Y si le dijera que desde cierto punto de vista, usted y yo somos quienes permitimos tales abusos y libertinajes. Sí, no se asombre. También somos culpables de lo que pasa en la cuadra, en el barrio, aunque sea de forma inconsciente.
Vamos por pasos: CDR…, ¿le suena? ¿Funcionan en su zona? Y no, no hablo del trabajo social, de la atención a las situaciones de vulnerabilidad, el cuidado de la tercera edad o el autoabastecimiento a modo de soberanía alimentaria. No, hablo de la vigilancia popular revolucionaria, de esa que sigue siendo la actividad esencial de la organización.
Le vuelvo entonces a preguntar: ¿en verdad la organización en su barrio funciona bien? Porque de realmente trabajar bien, me atrevería a asegurar que no escucharíamos tantos cuentos de “horror y misterio” en las mañanas, de camino a la panadería o rumbo al trabajo.
Porque Los Comités de Defensa de la Revolución – para quienes lo hayan olvidado– son precisamente eso, una organización para defender a todos con justeza. Están para proteger al débil; para luchar contra lo injusto, contra lo incorrecto, contra todo tipo de abuso e ilegalidades que le afectan a usted, a mí, al barrio, al Estado, a la Revolución.
No creo que usted ose negarme que esta organización ha perdido gran parte de su accionar y protagonismo en este sentido. No es que esto sea precisamente negativo. Pero los tiempos han cambiado y nosotros igual. Pero en este cambio, no hemos sabido adaptar a la organización a la “modernidad” que nos rodea.
Las causas, si me preguntasen, serían muchas. Algunos dirían que no funcionan porque las personas están para otra cosa; que hoy la gente tiene muchos problemas y nadie está para eso, o como dijeran los Van Van… “se acabó el querer”.
Pero lo que más duele, es que ahora mismo nadie sabría decir, a ciencia cierta, en donde quedaron las tan necesarias guardias cederistas, aquellas patrullas pioneriles de nuestra infancia en las que nos premiaban con bonos, o la avanzada vanguardia juvenil activa. Recuerdo, como de seguro recordará usted , cómo se colgaba el cartel de Mi Casa de Guardia, anuncio este que se pasaba de vivienda en vivienda con suma marcialidad. Y es que “estar de guardia” en el CDR, al menos cuando yo era niño, era una cosa seria, una gran responsabilidad. Era una tarea que se tomaba muy en serio.
La moraleja es que la vida nos demuestra que esa vigilancia popular revolucionaria, de la que tanto carecemos hoy, aún es una actividad esencial y altamente necesaria de la organización.
En la actualidad, más que nunca, y usted estará de acuerdo conmigo, son necesarias la formación de destacamentos a nivel de zonas, de grupos de enfrentamiento al delito nocturno. Para ello, cada persona cuenta y es de extrema importancia.
Bien creo que es hora de que asumamos que no hay mejor momento que el actual para rescatar ese control popular del que tanto carecemos. De rescatar viejas tradiciones y acolarlas a nuestras rutinas, de rescatar las buenas y tan necesarias prácticas de una organización que si hoy no funciona tan bien como debería, todavía tiene mucho que ofrecer.