Cuando Juan de Dios Rodríguez Medina llegó hace unos siete años a la Casa de Abuelos de San Luis, no imaginó, quizás, que encontraría allí otra familia. A sus 79 no esperaba otras muchas alegrías de la vida.
Mientras los integrantes de la suya trabajan durante el día, él se mantiene acompañado, cuidado y atendido por quienes laboran en esa institución.
“Me enfermé y mi hija me trajo a vivir con ella; una vez aquí, en el pueblo, me planteó venir para acá para que no estuviera solo durante el día. Y yo me siento muy contento en este lugar. Todos los días nos toman la presión, hacemos ejercicios físicos, viene la gente de la Casa de la Cultura o del Museo.
“Hablamos de todo, hacemos cuentos y, de vez en cuando, hasta nos decimos una mentirita entre nosotros, dice entre risas. La muchacha que cocina hace todo lo que puede para que la comida quede lo mejor posible”.
Más o menos esa es la dinámica diaria de la Casa de Abuelos de este municipio, ubicada justo en su calle principal, muy cerca del policlínico y de las instituciones culturales. Sobre su funcionamiento, Dialeidy Valdés Valdés, trabajadora social que se mantiene al frente de ella, precisa que, aunque tienen una capacidad para 40 abuelos; no obstante, hoy poseen una matrícula de 20, todos diurnos, y reciben las seis comidas del día.
El servicio cuesta 792 pesos por persona, pero aquellos que están un primer mes a prueba para saber si deciden quedarse o no, no abonan ningún dinero hasta no quedar fijos. De los matriculados en la actualidad, dos pagan el servicio completo, otros dos abonan solo 192 pesos y la Asistencia Social cubre los otros 600, el resto paga 392 y la Asistencia 400 pesos, todo ello a partir de la caracterización y los ingresos de cada abuelo.
Aclara Dialeidy Valdés que no todos los adultos mayores que llegan hasta la Casa viven solos, sino que esta es una oportunidad para que se sientan acompañados durante el día. A la institución vienen con frecuencia los representantes de la consulta del Adulto Mayor y evalúan de manera integral a cada paciente. Si están enfermos o padecen de determinada patología, se remiten a las consultas de Fisiatría, Geriatría, Podología o Psicología, por solo citar las más frecuentes, según puntualizaron el doctor William Iván González Fernández, (MGI), quien se encuentra al frente de la consulta, y Yusleybi Iglesias Castillo, licenciada en Rehabilitación Social y Ocupacional, también integrante de la misma.
A juicio de quienes allí radican, lo más preocupante es la disponibilidad de proteína para la elaboración en los almuerzos y las comidas. Al respecto, enfatiza la trabajadora social, toda la alimentación corre a cargo de Salud, y en los últimos tiempos es muy recurrente el picadillo, a la vez que escasea el pollo y el pescado. Si bien es cierto que algunas cooperativas del territorio contribuyen con donativos, habría que mirar con intencionalidad este asunto, pues es criterio de abuelos como Roberto Benito Delgado Lazo, es que debería revisarse el gramaje aprobado para estas instituciones y su variedad en las ofertas.
“Sé que la situación es compleja, y la muchacha de la cocina se esmera, pero si no tiene grasa ni aceite no va a quedar buena. Hace meses que no dan un poquito de helado ni yogurt, y ya yo voy camino a los 80. Aquí nos tratan muy bien, esa es la verdad, con mucho cariño, el único problema es ese”, refiere este señor que dedicó su vida a la siembra del tabaco en una de las mejores tierras para su cultivo.
Roberto habla de la inflación y del bajo poder adquisitivo de su jubilación, un asunto que preocupa a una parte importante de las personas de la tercera edad, quienes con 1 528 pesos no logran cubrir ni la más mínima parte de sus gastos y necesidades.
“Vivo con mi hermana, que también está aquí en la Casa de Abuelos. Yo siempre he estado solo y eso no me ha inquietado, pero ahora sí, porque veo que estoy flojo”, comenta. Roberto, quien tiene ojos azules como el cielo, ha ayudado a otro compañero a dejar el vicio del cigarro y canta de vez en cuando un bolero.
Así pasan los días. Cuando no tienen refresco, la cocinera y la trabajadora “inventan un tecito”, para acompañar las meriendas, “son tiempos difíciles”, apuntan. De aquí para allá está Margarito Sánchez, próximo a sus 69, es líder y orienta a todos dónde sentarse, qué hacer. Con tres años en la Casa, asegura sentirse en su hogar: “Compartimos, boncheamos, nos cuidan. Si alguien se siente mal lo llevan al policlínico. Dígame si eso no es lo que hace una familia”.