Con una representación de los conocimientos adquiridos, culminó el taller de verano de Titirivida, un espacio que augura nuevas ediciones
“¡Cómo han aprendido los niños! ¡Qué bien ha salido todo!”, comentaban los padres mientras observaban, a cierta distancia, el desempeño de sus hijos en el taller de verano convocado por la agrupación de títeres Titirivida.
Por varias semanas, más de una decena de infantes formaron parte de la iniciativa, con sede en el Comité Provincial de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). Uno de ellos, el soñador Marcel, cuenta que desde el primer día que fue a clases se emocionó mucho, por eso nunca dejó de asistir.
Dice que aprendió de verticalidad, silabeo y “muchas cosas más”. Asegura que en el futuro será actor, que es lo que su mamá siempre ha pronosticado.
Clay también se ha propuesto ser actriz. Le encantó la experiencia del taller, en el que no solo conoció de títeres, -asegura- sino también de la importancia de “respetar a nuestros compañeros en el escenario, acompañarlos y nunca burlarse de ellos”.
Marioneta en mano, abrazados por la guitarra de Odalys Rodríguez, -la músico del grupo- los participantes interpretan a coro Que canten los niños, la conmovedora canción de José Luis Perales que nos habla de una infancia feliz que no todos tienen. Y uno los sabe entonces dichosos a ellos, por disfrutar de un espacio que pone alas a sus fantasías y propicia el florecimiento de sus virtudes.
DEL ARTE TITIRITERO Y DE LA VIDA
Justamente para eso surgió Pequeños titiriteros, de acuerdo con las palabras de Nelson Álvarez Guerra, director de la emblemática agrupación teatral pinareña. “No se trata de formar titiriteros, se trata de dejarles una experiencia de vida, un conocimiento que no tenían y, sobre todo, un grupo de amigos”, apunta.
Explica, además, que no buscan “un resultado específico ni esquemático en todos los niños, porque no todos son iguales ni tienen los mismos procesos. Lo que vale es descubrir cuál es el resultado más importante para este niño determinado y trabajar con él para que lo logre”.
Con el pensamiento martiano como pretexto unas veces, y otras como fin, el taller incluyó, igualmente, un acercamiento a la música, pues, según afirma Álvarez Guerra, sorprendió la habilidad y la rapidez con que los niños lograron aprender contenidos que, incluso, no estaban planificados en un inicio.
“Pequeños titiriteros” tuvo un antecedente en tierras de Chile, donde el inquieto actor y director teatral se enroló en varios proyectos artísticos meses atrás. Esta primera edición en la provincia pinareña constituye también un ejercicio académico de la maestría en procesos formativos en la especialidad de Teatro, que cursa el joven creador en la Universidad de las Artes Cubana.
“Este taller está destinado a demostrar en la práctica que el arte es una herramienta que sirve para la socialización, para romper muros que hay entre las personas, en este caso los niños.
“Otro objetivo es que la gente comprenda que el teatro de títeres no es un facilismo ni una tontería encima del escenario, es un trabajo que tiene cientificidad, que ha sido estudiado desde que surgió el teatro, que es complejo y sacrificado.
“Estos niños que hoy son talleristas, mañana pueden tener un ojo crítico hacia el teatro. Y además del perfil artístico, está el perfil sociológico, porque hemos trabajado valores humanos como la empatía, la solidaridad, el compañerismo y ese humanismo que ya está incorporado en las líneas martianas”, detalló el entrevistado.
GANANCIAS PARA TODOS
Aunque es Nelson el principal artífice de la iniciativa, todos los integrantes de Titirivida se han involucrado activamente, lo cual redunda en ganancias al interior del grupo, en el orden profesional.
“Además de revisitar esos contenidos teóricos del teatro de títeres, el taller nos compromete con otro servicio público que no sea solamente el de los espectáculos, ahora tenemos un servicio pedagógico. Y eso te obliga a prepararte, porque no es lo mismo preparar un personaje que preparar una clase. Promover en mis actores ese perfil pedagógico, a mí, igual, me da mucha alegría”.
Con una sencilla representación de lo aprendido durante el verano, concluyó el taller, este jueves, en la propia sede de la Uneac. Los “titirivideños” consagrados y los emergentes se mezclaron en el escenario como cierre de un recorrido que, quizás, apenas inicia, pues la intención es organizar muchas otras ediciones, incluso, fuera del periodo vacacional.
Por el momento, Nelson se siente complacido: “Nos queda ese sabor tan dulce, tan rico de haber trabajado con nuestro público, que subió a escena con nosotros. Y quién sabe, es demasiado temprano para saber lo que esos niños quieren hacer el día de mañana. Pero, si uno de ellos, al menos, decide ser actor, que tenga esto guardado como un preludio de su profesión”.