Diálogo, el término que da título a estas líneas proviene de la voz griega dialogos, compuesta por la raíz “logos”, que significa palabra, significado de la palabra, razón, palabra racional, y del prefijo “dia”, que significa “a través de”.
Comienzo, precisamente, por el significado de tan compleja palabra, en medio de las vicisitudes acontecidas en días recientes. Sí, querido amigo lector, seguro usted sabe de qué hablo.
No obstante, el escriba prefiere, por el momento, mantener “al elefante en la habitación”, y dejar reposar el tan escabroso tema para semanas más adelante en las que la opinión está un poco más madura.
Hoy, en cambio, quien suscribe quisiera proponerle a usted lo relativo al propio diálogo, y al periodismo que necesitamos para mediar sobre el mismo.
Nadie podrá negar que, en cualquiera de los escenarios cubanos actuales tan convulsos y tirantes, es imperante la consolidación de palabras previas y certeras que comuniquen con precisión y eviten malentendidos, reduzcan estrés… en fin, que si bien no logren conquistar, al menos informen de forma sosegada, sin presiones.
Y es que si usted “se gira” para, o dirige a cualquier lugar, no tardará en notar que de tantas cosas de las que carecemos, esa, precisamente esa…, la comunicación, es la que más nos falta y daño nos hace.
No hay justificación ni cubanismos modernos, mucho menos disculpas turbias que nos hagan olvidar una de las cosas que antiguamente más nos caracterizaba. Los cubanos somos habladores por ADN, nos viene en la sangre; mas, al parecer, hemos olvidado cómo dirigirnos hacia terceros.
De acuerdo con planteamientos y estudios psicológicos, una comunicación asertiva no solo perfecciona y afianza las relaciones entre sus interlocutores, sino que incrementa la confianza, promueve la empatía y la sensibilidad, ayuda a la transparencia de procesos; todo ello al tiempo que ofrece mejores tomas de decisiones en común.
Ahora bien, ¿se ha preguntado usted, por qué ya no recurrimos a interlocuciones? La verdad, el escriba tampoco tiene respuestas para una pregunta tan compleja que raya, incluso, en los estudios profundos de la mente humana.
Lo que sí puedo asegurarle es que, para la resolución de conflictos, el susodicho diálogo es imprescindible, y en él juega un papel importantísimo la opinión y, por supuesto, la prensa.
Opinar o esgrimir un criterio nunca estará mal visto, siempre que se haga desde la base de la lógica, la lucidez, las ideas constructivas y el estudio previo del tema en cuestión.
Para ello, toda ética, compromiso social y competencias profesionales son pocas, y deben estar afiladas al extremo, porque un simple fallo en alguna de ellas, y todo argumento queda por tierra.
No siempre debemos estar de acuerdo en todo, con todo y todos –entiéndase el mensaje–, por ello es que se necesita una voz más grande, la de la prensa… que, a fin de cuentas, no es más que la voz de usted y los del lado de allá de la tinta.
Si me preguntan, nosotros, los del lado de acá de las letras, al menos los de este semanario, nos consideramos bastante arrojados y críticos. Solo sucede que, en ocasiones, es preciso esperar, dejar que la marea se asiente para que el mencionado “elefante de la habitación” se muestre en su amplitud.
Una vez, todo dispuesto, y listos los escribas, no dude usted que primará la consolidación hacia el quehacer crítico, reflexivo, investigativo, polémico y audaz. Escudada tras una visión abarcadora de competencias, oportunidades y oportunismos, andamiajes, regulaciones y responsabilidades.
Recuerde que nuestra voz es la suya, y suyo nuestro sufrimiento y querellas. Quizás la respuesta a su demanda no sea inmediata, pero tenga por seguro que nuestra agenda lo cubrirá, siendo reflejo esta de la realidad en la que hoy cavilamos. Una censura o autocensura, sin más aplausos que su reconocimiento, y con la prudencia innegable de una investigación y pensamiento crítico y limpio.
Y no, no se confunda, no hablar de algo que daña, u obviarlo, de acuerdo con nuestro Comandante en Jefe, es cinismo y contrarrevolución. Usted siga tocando nuestras puertas y tenga la confianza que hasta ahora hemos merecido.
Como dijeran dos de los grandes, Martí y Fidel “El periodismo jamás puede callar…”, y “Nuestra prensa será más importante en la medida en que el pueblo sea cada vez más exigente”.