En este mundo, marcado por la prisa, la incertidumbre, la competencia, las desigualdades, las guerras… hablar de amabilidad pareciera comentar sobre una especie en extinción.
Sin embargo, ahora más que nunca debería abrírsele espacio como una virtud urgente.
Ocurre que, a pesar de ser a menudo subestimada o reducida a gestos superficiales, la amabilidad es, en realidad, una conducta poderosa con efectos medibles en la salud mental, las relaciones interpersonales y en el tejido de la sociedad.
Pero sobre todo, teniendo en cuenta que ser amable con los demás solo es posible cuando se cultiva una actitud amable hacia uno mismo y hacia la propia vida.
Esa consideración y empatía por los demás y por uno que es la amabilidad, implica actuar así sin esperar recompensa, y a menudo, sin que el otro siquiera lo note.
Lejos de expresar como algunos han pretendido falta de reciedumbre en el carácter y, en su defecto, un modo de ser “blando”, varios expertos coinciden en calificar la amabilidad como una expresión sofisticada de inteligencia emocional y regulación social.
Esta cualidad se encuentra profundamente enraizada en nuestra biología evolutiva, y estudios recientes revelan que los actos de amabilidad activan circuitos cerebrales asociados al placer, incluyendo el núcleo accumbens y la corteza prefrontal medial, lo cual equivale a que ser amable nos haga sentir bien de forma tangible.
La amabilidad fortalece las relaciones humanas en todos los niveles y promueve una dinámica de reciprocidad: quienes reciben gestos de amabilidad tienen más probabilidades de reproducirlos, generando así un efecto en cadena muy beneficioso, fundamentalmente, cuando los tiempos, como los actuales, son tan difíciles.
Un metaanálisis, publicado en 2023 en Psychological Bulletin, evaluó más de 200 estudios, y concluyó que los actos de amabilidad están consistentemente asociados con mejoras en el estado de ánimo, disminución de síntomas depresivos, y, en algunos casos, incluso con mejoras en la presión arterial y la función inmunológica.
Durante la pandemia de Covid-19, por ejemplo, la amabilidad evidenció ser un recurso muy valioso. La ayuda mutua, el acompañamiento telefónico, los agradecimientos varios por pequeños y grandes gestos, aliviaron el aislamiento y protegieron la salud mental.
Ser amable no es una virtud menor, sino una conducta humana evolutiva y terapéutica que fortalece lazos, protege la salud mental y física, construye una sociedad mejor.
Principalmente en tiempos convulsos, la amabilidad no constituye una alternativa, es una necesidad.
Por: Vladia Rubio / CubaSí