Ya lo dijera el gran Silvio Rodríguez en una de sus canciones. Para lograr lo imposible “basta con las manos. Basta con el pecho. Basta con las piernas. Y con el empeño”.
Pero una vez logrado el nacimiento de ese sueño, se necesita empuje, ganas, garra, y sobre todo, el apoyo de la comunidad y los seres queridos.
Mario Pelegrín Pozo, gestor del patio que hoy lleva su nombre, un día soñó con contar con un espacio para todos. Un espacio para el arte, los saberes, las tradiciones, la música, la amistad y el amor.
Hoy, a 25 años de esa idea inicial que le apretaba el pecho, comenta que se siente sumamente agradecido y humilde con lo que ha podido hacer para transformar su comunidad.
¿¡SOLO UN PATIO!?
El proyecto nació en la demarcación de Puerta de Golpe del municipio de Consolación del Sur, así como nacen las cosas buenas, porque a decir verdad… ¿Quién no ha escuchado hablar de esta ya gran institución cultural o no ha visitado su espacio?
Hablar del nacimiento del patio, es como dijera Mario, emborronar cuartillas. En sus palabras, sería un texto muy lamido, demasiado aburrido y con poco que aportar.
Sin embargo, aun así, este artista no pierde tiempo y agradece a sus musas por brindarles la inspiración y la fe para palear un poco con la apatía del lugar. El objetivo estaba claro desde aquel entonces: ofrecerle a la comunidad la vida cultural que tanto necesitaba y de la que estaba carente, hambrienta.
“Desde el primer momento en que comencé a mover la primera piedra, tanto mi casa como mi patio los puse a disposición de la comunidad, para el disfrute, el agrado y regocijo de todos los habitantes y vecinos de esta demarcación de Puerta de Golpe”.
“Es un proyecto que está creado para los niños, los jóvenes y el adulto mayor; y desde los comienzos, todo ha sido sin ánimos de lucro. La comunidad hoy agradece sobremanera todos los talleres artísticos, la propia universidad del adulto mayor, y las vías no formales para los niños y sus padres, así como otros círculos que se imparten aquí”, advierte.
Pero en algo miente y se le nota, no todo fue hecho rápido y en corto plazo. Al recorrer todo el lugar, es muy sencillo percatarse de que cada espacio fue minuciosamente diseñado y planificado, nada está hecho al azar o a la fuerza.
La naturaleza fluye y se entreteje con lo cotidiano, con lo aparentemente intrascendente.
Su espacio se reinventa de forma continua y cotidiana, y no deja lugar alguno en el que la magia y el misticismo no obren por fuerza propia e inviten al deleite a toda persona que desanda sus rincones.
Ya, a fuerza de interrogatorio confiesa modestamente que sus conocimientos sobre el arte le fueron sumamente útiles.
Sin embargo, su “patio” es más que eso, es un espacio para la creación y la instrucción artística, para la promoción de la cultura popular y la preservación del medioambiente, es un jardín, un huerto, una biblioteca. Un espacio para la conversación amena y el buen café. Un punto de confluencia y crecimiento tanto personal como espiritual para vecinos y visitantes foráneos.
CRECER SOBRE TODAS LAS COSAS
Reacio para los cumplidos, aunque de buena gana los acepta, a Pelegrín no le gustan las preguntas sobre premios o lauros obtenidos. En cambio, prefiere conversar y presumir de lo que funciona en su espacio.
“Algo importante es que también estamos insertados en la cátedra del adulto mayor, con numerosas propuestas para nuestros ancianos. A la par, tenemos un organopónico categorizado por la dirección de la agricultura urbana, y sin importar los tropiezos y los baches en el camino, seguimos con las mismas ganas de hacer arte, de crearlo desde cero que cuando iniciamos este viaje.
“Por el proyecto han desfilado y expuesto sus obras muchos artistas de primer nivel, muchas personas famosas. Algunos me han comentado que envidian la forma en la que he podido lograr, conjugar y combinar mi patio con todos los elementos que lo rodean”.
Alega además, que de igual forma, muchos intelectuales lo han visitado para intercambiar criterios sobre el arte mismo, para enriquecer el entorno y para dar ese toque distintivo, algo que agradece sobremanera.
“Por supuesto, me siento extremadamente humilde al respecto, pues para mí no es nada más que un solar que se ha adaptado a la naturaleza, concebido desde el amor por el arte”.
Pero no todo siempre ha funcionado o sido de color rosa. A la pregunta sobre los embates de fenómenos atmosféricos, Pelegrín se ensombrece por un momento, pues en su mente repasa esos momentos difíciles.
“Después de un huracán solo quedan destrozos, partes de un todo. Cuando pasó “Ian” yo pensé que nunca podría recuperar lo perdido, ni arreglar los estragos. Pero ya ves, la madre naturaleza tiene sus propios planes y caprichos. Ella rompe, pero también compone y regenera.
“Lo importante es nunca dejar de creer o de crecer, esa es la verdadera magia de este lugar. Este es un proyecto que hoy ya demuestra su importancia para la comunidad, y que con modestia puede decirse que llegó para quedarse, ya sea con Pelegrín o sin Pelegrín”.
UNA COMUNIDAD
Y aunque sus sueños, asegura, siempre fueron poderosos, también admite que no hubiese podido lograr nada ni llegar a estos 25 años de fundado sin la participación colectiva el apoyo de los vecinos y habitantes del lugar.
“Es cierto que se necesita un líder. Pero te digo algo, nadie lo es sin el sostén de sus semejantes, y es gracias a eso que el patio se reinventa cada año, pues la comunidad lo siente parte de su entorno, lo siente suyo. Yo solo soy un simple gestor”.
Mario asegura que la cantidad de niños y padres que llegan y se acercan a su espacio son incontables, tantos que considera que el proyecto necesita crecer más para abrazarlos a todos, para ofrecerles la ayuda, el refugio espiritual y la necesidad de arte y educación que buscan.
“En ocasiones siento en falta la presencia de nuestros dirigentes. Sin ellos este sueño no está completo, ni puede crecer todo lo que podría y lo que demanda.”.
No obstante sea su mano la que públicamente se observe y se siente, detrás de su actuar confluyen miles de voces y brazos para que cada rincón adquiera la belleza y la finalidad que se pretende.
Lograr mucho con poco, solo se puede cuando concurre todo lo anterior, el sentido de la voluntad y el sacrificio. Y esto Pelegrín lo sabe, porque, como él mismo alega, este es su espacio, su ambiente.
“Hoy me siento vigoroso, entusiasta, reconocido, y hasta admirado, pues cuando comencé, ni yo ni el proyecto fuimos vistos con buenos ojos. Hay quienes decían que yo era un loco y que todo esto era una locura. Y ya ven, hoy el sueño de este loco cumple 25 años, y seguimos haciendo arte”.
Hoy el Patio de Pelegrín es un sitio donde reverdece la esperanza, se entrelazan la necesidad y el hambre espiritual por el arte, así como el
utilitarismo de cada cátedra o taller que se imparte. Un patio, en el que según las palabras del ex ministro de cultura Abel Prieto, “la muerte no existe”.