Condecorado recientemente con el título honorífico Héroe del Trabajo de la República de Cuba, el doctor Alejandro Padilla Concepción, especialista de Primer Grado en Medicina Interna, lleva un pedazo de su pueblo en su pecho
No debe existir un solo sanluiseño que no lo conozca, que no haya pasado alguna vez por sus manos. En su mesita de noche hay un papel con los nombres de los pacientes que irá a ver en la tarde, no importa si viven en el mismo pueblo, en la carretera a El Corojo o en la que conduce hasta Santa María.
El doctor Alejandro Padilla Concepción se graduó como especialista en Medicina Interna en el año 1990 en el hospital Abel Santamaría Cuadrado, figura entre sus fundadores y, desde entonces, trabaja en San Luis.
“Es mi terruño, mi municipio. Cuando terminé la especialidad, el doctor Miguel Ángel Herrera, que era el director, me pidió que me quedara en el hospital, pero dije que no. ´Yo me voy para San Luis. Es mi tierra, me voy para allá a brindarle mis conocimientos´. Y aquí estoy. Han tratado de llevarme para el hospital, me han llamado varias veces, pero no quisiera darle la espalda nunca a mi pueblecito.
“Es que aquí soy útil, y me siento mejor que en una institución hospitalaria por grande que sea. Aquí puedo ayudar en muchas más cosas. Soy docente, pero además, vivo a dos cuadras del policlínico y muy cerca de la Sala de Hospitalización. Me mantengo localizable, y cuando llega un caso grave, un paciente crítico o con una dolencia determinada, si es necesario, me llaman. Siempre estoy disponible”.
Padilla, como lo conoce la mayoría de sus coterráneos, habla despacio y bajito. Luce su bata blanca con orgullo y es desmedidamente organizado, en la vida y en el trabajo.
“Si voy a hacer las cosas, es para hacerlas bien”, sentencia como un principio.
“NO PUEDO DECIR QUE NO”
No recuerda el médico haber maltratado jamás a un paciente. Se mantiene en el grupo básico de trabajo (GBT) y en la Sala de Hospitalización. En el primero ofrece interconsulta en 18 consultorios del médico de la familia, y a partir de su condición de docente-asistencial, también se encarga de la formación de los estudiantes residentes.
En la Sala tiene a alumnos de tercer año de la carrera de Medicina. Imparte Propedéutica Médica y la asignatura de Medicina Interna.
Un mes lo dedica a su labor en los consultorios y el siguiente se mantiene en la Sala de Hospitalización. Junto a otro médico, garantizan esa rotación.
A simple vista, se ve que es mucho trabajo: “Además, atendemos la consulta de licencia de conducción, la multidisciplinaria de embarazadas, la docencia del posgrado con aquellos doctores que están en su especialidad de MGI. Asistimos a
las reuniones metodológicas, las de Epidemiología, y la del Programa de Atención Materno Infantil”, relaciona el médico, quien asume con naturalidad todas sus obligaciones y responsabilidades.
“Una vez que llego a la casa, es otro Cuerpo de Guardia. Mis vecinos son mi familia. Nací en Las Cruces y, después, cuando me gradué, me mudé para aquí y son muchos años. Los atiendo a todos, a todas horas. No puedo decir que no. Eso me ha caracterizado siempre.
“No sé lo que tiene, lo que trae. Quizás es insignificante para mí, pero para él, puede haber sido algo muy grande. Entonces, cómo uno va a decir que no va a atender a una persona. Yo atiendo a todo el mundo cuando haga falta. Y en el policlínico tienen mi número, si me llaman, voy para allá, sobre todo, si son muchachos jóvenes y quieren consultar un caso”.
Pareciera que no le queda mucho más tiempo libre, pero cada día, el doctor Padilla dedica unas horas al estudio. A sus 64 años, en la mesa de cabecera tiene sus libros. Ser profesor asistente de la Universidad de Ciencias Médicas de Pinar del Río, supone para él un desafío: “Cada día hay que ir preparado a las clases, a los seminarios integradores. Entonces me ves ahí, leyendo sobre un tema, porque, además, aquí tenemos un departamento docente bien exigente”.
LA MEJOR MEDICINA
El doctor defiende a ultranza la Atención Primaria de Salud: “A veces las personas ven la atención secundaria, la hospitalaria, como el todo, pero no es así. Se trata de una integración. El GBT sostiene el sistema de Salud, y hasta la atención secundaria llega lo que ya no pudo ser resuelto en el área, pero, ¿cuántos casos no se resuelven en el área básica con prevención o tratamientos?
“En la Atención Primaria se atienden los pacientes, se hace mucha prevención y promoción de salud, que es lo más importante, evitar que la persona enferme. El papel del médico y la enfermera de la familia es esencial, y somos nosotros los encargados de controlar y supervisar que eso se realice, porque somos los profesores de los GBT, somos los responsables de que el equipo básico funcione, y eso lo controlamos en la interconsulta, que, además de ser asistencial, es docente, investigativa y administrativa.
“El día de la visita se revisa todo en el consultorio, cómo están los programas, pues la atención primaria es clave, primordial, es el eslabón fundamental para que la persona no enferme”, reitera.
ALMA DE PROFESOR
Padilla se apasiona al hablar de Medicina. “Cuando el estudiante o el médico recién graduado llega al municipio, nos encargamos de hacerle una recapitulación, tienen que conocer los programas, y volvemos sobre lo más importante de cada una de las especialidades, para que dispongan de una base más sólida”.
En medio de tanta generosidad, reconoce ser muy exigente con los alumnos: “Conmigo lo fueron, y le agradezco eternamente a mis profesores, porque lo que he conseguido, lo que sé, se los debo a ellos, por lo rigurosos que fueron. A la Sala hay que llegar temprano, por lo que predico con el ejemplo. Los espero a ellos”.
Con orgullo asegura que tiene alumnos muy buenos, brillantes. “Si tienen interés y el profesor sabe conducirlos, guiarlos, no tendrán problemas en su formación, no importa si es en San Luis o en La Habana”.
Padilla no quería ser médico. Esa es una verdad que hasta hoy no esconde: “Quería ser arquitecto o ingeniero civil. Esa era mi vocación, pero no lo conseguí cuando terminé el 12 grado, por lo que opté por la Medicina.
“Una vez que empecé a estudiarla, comenzó a gustarme, y hoy en día es mi vida. Creo que si un día dejo de ser médico, no puedo hacer otra cosa. Por eso no juzgo a ningún estudiante; quizás no han tenido una vocación fuerte o un nivel académico de nivel en el transcurso de su secundaria y de su preuniversitario, pero una vez que se inician en la Medicina, si le ponen interés, si les gusta, si los enamora y tienen un buen profesor, seguro que serán buenos médicos.
“Ello depende de que el profesor sea capaz de enseñarlos, de motivarlos, de hacerles ver lo linda que es la profesión, lo linda que es la Medicina. Es muy probable que el muchacho termine sintiendo un amor inmenso por la profesión”.
EL MÉTODO CLÍNICO
Padilla es de la vieja guardia. De los médicos que habla con el paciente y se toma el tiempo que sea necesario, sin apuro. “El médico tiene que tratar bien a las personas. Lo mejor es que esté preparado, actualizado, que examine al paciente, que vea bien su clínica. Los análisis complementarios, bien lo indica su nombre, complementan el diagnóstico que usted está haciendo”.
Tan poco apuro tiene Padilla, que cuenta que un 27 de septiembre, cuando estaban haciendo la caldosa de la fiesta del CDR, tenía aún pacientes en la consulta. “Les dedico el tiempo que llevan.
“Lo fundamental es el método clínico, por lo que es de las cosas en las que más hincapié hago con mis alumnos. Consiste en un interrogatorio y un examen físico adecuado. Cuando a un paciente se le dedica tiempo, se le interroga y se le hace un examen físico completo, tiene el camino ganado, pues entre el 90 y el 95 por ciento de las enfermedades se diagnostican por la clínica, y el paciente queda complacido porque usted lo atendió, lo revisó, lo tocó. Cuando se aplica el método clínico, los errores diagnósticos son mucho menos”.
En medio de tiempos complejos en los que escasean también los medicamentos, los profesionales de la Salud tienen una tarea difícil: “Pero no se puede virar para la casa a un enfermo que llegue a un cuerpo de guardia a las tres de la madrugada. Hay que estudiarlo, examinarlo, transmitirle serenidad, buscar alternativas, y para eso hay que prepararse también”.
En una tarde de confesiones dice que es un cardiólogo frustrado: “Quería ser Cardiólogo, me sigue gustando hasta hoy. Cuando estaba en el preuniversitario, mi papá sufrió un infarto, después en segundo año de la carrera le repitió. Me relacioné mucho con los cardiólogos y empezó a llamarme la atención. Pero cuando me gradué no vino esa especialidad, entonces pensé que lo más cercano a la Cardiología era la Medicina Interna, y aquí estoy”.
HÉROE DEL TRABAJO
“Lo que he hecho en 40 años es trabajar, trabajar, trabajar y trabajar, por la mañana, por la tarde, por la noche, a todas horas”, confiesa. Así se llega a ser merecedor de un título que lo ha colmado de alegrías, aunque sabe que no le pertenece.
“Cuando me condecoraron dije que ´este título no es mío, es de mi esposa, de mis hijos, de mi familia, que son quienes me han apoyado toda la vida para que tenga estos resultados´.
“Uno tiene que tratar de ser una persona integral. En el trabajo, en la cuadra, en el CDR, en las relaciones sociales, y hay que laborar y hacer las cosas bien. A veces te encuentras a una persona muy buena en algo, pero con aspectos negativos en otras, y creo que yo he sido bastante integral en el trabajo, en la vida cotidiana, en las relaciones humanas, en la familia, en la sociedad.
“Te repito, el título es de mi familia, porque se sacrifica mucho tiempo suyo. Han sido horas de desvelo, estudiando, trabajando, y ellos conmigo, con comprensión, sin reprochar nada jamás”.
Guarda en una maleta cada uno de los sellos, medallas, diplomas y reconocimientos que le han entregado alguna vez. Hasta de los Pioneros tiene un presente que atesora con cariño. Pudieran parecer solo distinciones, pero detrás de cada uno hay días de consagración, de entrega anónima, de familias agradecidas, de alumnos que crecen gracias a él.
Por eso siente que muchos profesionales abandonen el sector por mejoras económicas: “Es muy doloroso, ojalá algún día tengamos nuestros problemas resueltos y podamos recuperarlos; estoy seguro de que varios regresarán”.
Con regocijo recuerda la noche del 29 de abril pasado, cuando fue condecorado, junto a otros trabajadores del país, en La Habana. “Fuimos tres Héroes de toda Cuba del sector de la Salud; al frente ubican a la dirección de la Revolución, y fue un momento inolvidable y emocionante”.
Agradece las infinitas muestras de cariño que llegaron junto con su título: “Cientos de sanluiseños; pacientes de otros lugares, hasta de Nicaragua, donde cumplí misión internacionalista, enviaron sus felicitaciones por las redes sociales, y ese es, creo, el mayor regalo”.
Pero Alejandro Padilla Concepción no labora por títulos ni reconocimientos. Trabaja para San Luis, para su pueblo, que lo admira y respeta en su “terruño”, como le gusta decir.
Es un cariño que se ha ganado allí, entre hombres y mujeres que cultivan parte del mejor tabaco del mundo, a golpe de buen trato, de superación constante y de sacrificio.
Su consejo a los médicos en formación es que brinden amor y cariño, que atiendan bien a las personas, a los familiares de los enfermos, a la hora que sea, en el contexto que sea. “Es lo que más agradecen”.
Si camina por las calles de San Luis demora en llegar a su destino por la cantidad de personas que le extienden el brazo, que lo detienen para hacerle una consulta o, simplemente, para conversar. Es querido con la misma intensidad que él ha dedicado sus años de profesión a esa tierra.
Al indagar sobre su jubilación, comentó entre risas: “Vi un video del doctor Alberto Hernández Cañero, director del Instituto de Cirugía Cardiovascular en La Habana, cuando cumplía 97 años entrando con un bastoncito con su bata y su corbata al hospital, y le dije a mi esposa: ´Mira, ahí voy yo, seré igual que Alberto Hernández´. Mientras tenga vida y posibilidades, seguiré dándolo todo por la salud”.