Casi estamos a las puertas de la etapa vacacional, en la que, poco más o poco menos, intentaremos disfrutar, relajar tensiones, compartir con nuestras familias, y dejar un tanto de lado las tareas hogareñas y las responsabilidades laborales.
Y es que los meses de verano en esta isla tienen un sabor especial, pues pese a las dificultades, los padecimientos y tantas carencias, julio y agosto se las ingenian para posar y guardar siempre los mejores recuerdos en nuestras memorias.
Sin embargo, por estas fechas hay quienes se empeñan en aguarnos la fiesta, en joderos el día y en convertir los momentos de esparcimientos en verdaderas pesadillas.
Pero si vamos a decirlas todas, y queremos poner bien los puntos sobre las íes, reconozcamos que, a veces, somos nosotros los que desencajamos, los que incomodamos a terceros; sí, usted y yo, también, nos hemos pasado de tragos hasta el ridículo.
Sí, hablo precisamente de eso, de los consumos e ingestas desmedidos en la etapa estival que se avecina. Pero quien suscribe no pretende solo un llamado de atención al mal comportamiento por dicha intoxicación.
Este escriba quisiera llamar hoy a la reflexión sobre un asunto mucho más complejo, terrible y de un alto y negativo impacto social: los accidentes de tránsito producidos por lo que también llamamos borracheras.
No he dejado jamás de escuchar –y usted me dará la razón en este punto–frases tan absurdas y estúpidas como “yo sé cuándo parar”; “caballero, déjenme disfrutar que esto es solo un trago; y mi preferida: “yo manejo mejor cuando estoy tomado”. Habrase escuchado semejantes idioteces.
Pero para no decir lo obvio, pensemos por un momento en todo lo que puede evitarse tan solo con un poco de moderación. ¿Que por qué expenden entonces alcohol en lugares recreativos? ¿Que por qué los consumos se disparan en los meses de verano si se conocen los riesgos?
Preguntas tontas a mi entender. Para nadie es un secreto que las bebidas con base y porcentajes etílicos son parte ya innegable de la vida del cubano promedio, –obviando edades y grupos etarios– pues muchos se escudan en ella para intentar escapar de la realidad crítica que a veces nos supera.
Y usted podrá decir, “coño, pero eso son gente irresponsable”, y lamento no estar de acuerdo, pues a criterio propio, solo un trago detrás de un timón, ya, de por sí, es una ineptitud mayúscula.
Y aquí pudiéramos abrir un debate, y extender estas líneas disgregando sobre pensamientos diversos… que si el porcentaje en sangre, que si tal bebida, que si depende el chofer…, etcétera.
No creo tener que recordar que un alto índice de nuestras carreteras tiene un grado de deterioro muy elevado, que quienes manejamos debemos hacerlo igualmente para terceros, y que… su carro, le aseguro, tampoco debe estar al detalle. ¿O se equivoca el escriba en algo de lo anterior?
Pero si esto, aún no le convencen del todo, querido amigo lector, comparto con usted –no muy a gusto– cifras sobre el tema, extraídas de una conferencia de nuestro Ministro del Transporte.
En este primer semestre del año, las muertes, asociadas a accidentes de tránsito, aumentaron en un 18 por ciento en comparación con el mismo periodo de 2024.
En la mayoría de los 1 738 siniestros reportados, fue el factor humano el que desempeñó un rol crucial, teniendo como causas principales la falta de atención al conducir, el irrespeto al derecho de vía y el exceso de velocidad.
Según el estudio, el consumo de alcohol y el deficiente estado técnico de los vehículos agravaron la situación, representando el 92 por ciento de los accidentes, y el 98 de las muertes, respectivamente.
Ahora bien, sobre lo que conversábamos usted y yo líneas arriba: el 80 por ciento de estos accidentes ocurrieron en vías con buen estado de pavimentación y señalización y con buenas condiciones climatológicas.
Fueron la imprudencia de los conductores al sobrepasar el exceso de velocidad, y el inadecuado control del vehículo por conducir en estado de ebriedad las causas determinantes.
Un mensaje sencillo y claro: no pongamos la nota discordante este verano, ni hagamos que para terceros, recordar estas fechas se convierta, entonces, en un infierno.