Pasadas más de seis décadas del acto terrorista, Pinar del Río no olvida
Era domingo, al filo de las dos de la tarde. El cine Riesgo estaba lleno de niños y se proyectaba uno de esos documentales que solían anteceder a las películas, cuando de pronto el fuego invadió la pantalla.
Rolando Pacheco Rodríguez tenía apenas ocho años, pero lo recuerda «como si hubiera acabado de ocurrir.
«Nosotros nos sentamos en la segunda planta, porque en la primera no conseguimos puestos, y la tercera estaba llena también».
Era el 28 de mayo de 1961, y manos criminales, al servicio de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA), le habían prendido fuego al cine en plena matiné infantil.
Tratando de sacarlo, en medio de la multitud aterrorizada que se abalanzó hacia las puertas para huir del peligro, Rolando recuerda que su papá se cortó un brazo, seriamente, con los cristales.
Aun así, no fueron de los que corrieron peor suerte. Otros pequeños sufrieron lesiones más graves, como Enrique Henríquez Hernández, de 11 años de edad, quien se cayó intentando alcanzar el pasillo, y varias personas le pasaron por encima, provocándole un hundimiento parcial del tórax.
Sus padres le contarían, tiempo después, que cuando llegaron a la Casa de Socorro, le pasaron varias veces por el lado sin reconocerlo, de tantas magulladuras que tenía.
El saldo de aquel hecho monstruoso serían 26 niños y 14 adultos heridos, algunos con secuelas para toda la vida, como Alberto Noel Venereo González, fallecido años después, a causa de un aneurisma provocado por los golpes que recibió en la cabeza.
Testigos de ese día aseguran que ni la Casa de Socorros de Pinar del Río, ni el Hospital León Cuervo Rubio habían recibido jamás tantas personas para donar sangre o ayudar en lo que hiciera falta, como aquel domingo terrible que estremeció la ciudad.
Así reaccionaba el pueblo de Vueltabajo ante uno de los hechos más salvajes que se recuerden acá.
«Fue un acto terrorista, sin medir las consecuencias que podía acarrear», considera Rolando, y confiesa que, durante años, le acompañaría el miedo a estar en cualquier sitio en el que hubiera concentración de personas.
«Ese trauma me duró mucho tiempo, y a otros niños y sus padres también».
El Movimiento Insurreccional de Recuperación Revolucionaria, una organización paramilitar fundada en Estados Unidos, con un rosario de actos contra nuestro país, se adjudicaría la acción, en la que emplearon fósforo vivo suministrado por la CIA.
El historiador Juan Carlos Rodríguez Díaz le explicó a Granma que fue una expresión del resentimiento y la impotencia por la derrota aplastante que habían sufrido en Playa Girón, hacía poco más de un mes, y un acto despiadado y cobarde de ensañamiento contra la población civil.
A más de seis décadas de que el fuego saltara de la pantalla del cine Riesgo (hoy Pedro Saidén), y convirtiera una sesión de dibujos animados en una escena de horror, Pinar del Río no olvida ni comprende que desde el país desde el cual se ordenó el sabotaje, se insista en mantener a Cuba en una lista de naciones que patrocinan el terrorismo.
Para Rolando, se trata de una ironía enorme. «Desde 1959 los cubanos hemos sido blanco, repetidamente, de acciones terroristas forjadas en Estados Unidos, que un día como hoy llegaron al extremo de prenderle fuego a un cine repleto, durante una función infantil», dice. «Por tanto, si alguien debiera aparecer en esa lista, son ellos. La película es al revés».