Como alimento, transporte, implemento de trabajo y compañía, los animales llevan siglos vinculados a la evolución y desarrollo de los humanos, en muchos casos, se convierten en parte de la familia por el afecto que ofrecen; sin embargo, cuando trasciende el ámbito emocional y se convierte en interés sexual de un hombre o mujer con ese ser de otra especie, se denomina zoofilia.
A tiempos prehistóricos (8000 A.C) se remontan los antecedentes, según la evidencia de ello en el arte rupestre de Val Camonica, Italia, en el que uno de los petroglifos representa a un hombre a punto de penetrar a un animal; también en la Biblia se alude a ello y el castigo: “Cualquiera que tenga cópula con bestia alguna, debe ser matado; y mataréis también a la bestia…”. En tiempos de Inquisición era motivo para morir en la hoguera. En el arte, las leyendas y diferentes mitologías abundan de forma explícita referencias a vínculos sexuales entre humanos y animales.
Fue el siquiatra alemán, Richard von Krafft-Ebing, quien inició el uso del término zoofilia, e igualmente, se atribuye a él la autoría del primer libro dedicado exclusivamente a “perversiones sexuales”. Mucho se ha modificado la visión desde finales del siglo XIX hasta la fecha; no obstante, sigue considerándose como parafilia tal práctica que se define también como bestialismo.
“Las parafilias consisten en la presencia de conductas o fantasías sexuales de tipo excitatorio frecuentes e intensas que implican objetos inanimados, animales, niños o adultos que no consienten, o el sufrimiento o la humillación de la propia persona o de la pareja”.
Al implicar seres vivos lleva daño a otro, por lo que en varios países las legislaciones lo conciben como delito, el nuestro no es uno de ellos, pues no se contempla ni en el Decreto Ley de Bienestar Animal ni en el Código Penal.
No es este un vacío legislativo pequeño, máxime cuando muchos expertos consideran el maltrato animal como un preámbulo para otro tipo de conductas agresivas. Es imposible juzgar a alguien por la posibilidad de que incurra en una falta, pero prevenir y educar son formas de salvar, especialmente, si los hechos ya dejan entrever matices de violencia.
Grupos de protección animal y ciudadanos denunciaban hace algunos días en las redes sociales un caso de zoofilia en la provincia de Cienfuegos, el sujeto quedó libre horas después, porque no está tipificado como delito, aunque reportaron el hallazgo de varios cuerpos de animales muertos en el patio de la vivienda.
Satisfacerse sexualmente con cadáveres de animales es una de las maneras de presentación de esta parafilia. ¿Será una multa suficiente para contener tal conducta y resguardar a futuras víctimas? Esperemos que sí.
No es un secreto que, especialmente, en el ámbito rural, infantes y preadolescentes se inician en prácticas sexuales con animales, pero tener preferencia por ellas aun cuando puedan acceder al vínculo con humanos, es lo patológico, pero más allá de las especificidades médicas, preocupa que dos herramientas jurídicas, una creada en el 2021 y la otra actualizada un año más tarde, omitan como figura delictiva la zoofilia.
En el contexto económico del país, todo cuesta, consultas de expertos, prolongados tiempos de espera para la publicación de las normas, nos hacen suponer un espíritu abarcador, sin margen para la impunidad.
Como ejemplo fehaciente de que no basta con legislar, están los testimonios de las familias que, de mutuo acuerdo, querían poner primero el apellido de la madre tras la aprobación del Código de las Familias; sin embargo, chocaron con la burocracia y otras limitaciones.
Nuestra realidad es cambiante, y males que ni en las peores pesadillas consideramos como probabilidades hoy son cotidianidad, por ello es vital que cada instrumento jurídico sea detallista, y si un determinado artículo queda ocioso, eso es mejor a un hecho sin tipificar.
De regulaciones inoperantes podríamos hacer una larga lista, solo basta analizar los niveles de ruido o contaminación a que estamos expuestos. No merece la pena el esfuerzo por renovar normas que no se harán cumplir, como país no hemos de darnos el lujo de malgastar recursos de ningún tipo para dejarlos perder.
Y alguien podría pensar que entre tanto apagón e inopia, para qué dedicarle tiempo a este tipo de preferencia sexual, pues para preservar la civilidad, el derecho a la vida de todos los seres, porque los animales no tienen otra voz que la nuestra para defenderse, y porque como dijera Arthur Schopenhauer: “La compasión hacia los animales está tan estrechamente ligada a la bondad de carácter que se puede afirmar con seguridad que quien es cruel con los animales no puede ser una buena persona”.