Cuando comenzó a esparcirse el rumor de que Fernandito Sánchez actuaría en Pinar del Río, muchos no lo creyeron. Tantos años ausente de los escenarios de la provincia, que lo vieron ganar la popularidad en las décadas de 1960 y 1970, motivaron la duda.
Pero, en efecto, a sus 83 años de vida, Fernandito Sánchez regresó a la tierra natal y mereció largas ovaciones en el vigesimosegundo concurso de música cubana “Pedro Junco”, al que asistió como invitado especial.
Fue entonces el descubrimiento para las jóvenes figuras, que acaso habrían escuchado su nombre alguna vez, y la nostalgia para quienes reencontraron en su canto la banda sonora de los años de adolescencia y juventud. En unos y otros, despertó admiración por la firmeza de su voz, por su lucidez y respeto al público presente.
“Pinar del Río es mi vida, y yo anhelaba hace mucho tiempo venir a cantar acá. Lo mejor que me ha podido suceder en estos años es estar aquí otra vez”, dijo a la prensa.
Fernandito Sánchez proviene de una familia de reconocido linaje en la música. Su abuelo paterno tuvo una orquesta muy conocida en los años 30 del pasado siglo; y su padre, Antonio Sánchez Reyes es recordado por varias composiciones y en especial, por sus aportes en la mítica Orquesta América.
Aunque siendo muy pequeño, su familia se mudó a La Habana y fue allí donde comenzó a cantar, a Pinar del Río le debe su consagración, según él mismo contó.
“Quise estudiar algunos instrumentos, pero en realidad lo que más me gustaba era cantar. Y por eso, me hice de algunos conocimientos técnicos que yo no tenía, y comencé a cantar en el coro de mi escuela allá en La Habana. Después de esa etapa fue que inició mi carrera.
“En la primera orquesta que yo canté, en el año 1958, fue junto a Pedrito Calvo, el padre del cantante que fue estrella de Los Van Van. Y así estuve en varias, sobre todo orquestas charrangas, orquestas típicas, como tenía la influencia de mi papá… hasta que caí en el año 62 con un consagrado de la música cubana en general, pinareño, orgullo de Cuba y de Pinar del Río: el Niño Rivera”, rememoró.
Para el afamado tresero tuvo Fernandito Sánchez los mayores elogios. “Los dos o tres años que estuve con el conjunto de Niño Rivera fueron mi mayor escuela”, aseguró.
Luego, regresó a Pinar del Río, porque en la capital, como todo principiante “tenía muy poco trabajo, no me conocía nadie”. Y entonces, aquí se hizo de un nombre propio en la escena musical.
“Comencé cantando con la orquesta más famosa que había en Pinar del Río en esos tiempos, Juveniles del Chá, que dirigía Policarpo Tamayo”, precisó.
En esa época, el intérprete llegó a grabar decenas de canciones. Alternaba su trabajo en distintas agrupaciones y la presentación como solista en diferentes centros nocturnos de la ciudad vueltabajera. Pero, sería la unión con el grupo Los Trimers, del municipio Guane, un momento único de su carrera.
“La primera canción que montamos fue Incomprensión.Y la segunda fue Niña Bonita. Entonces, como yo tenía relaciones en Radio Progreso, conseguí un turno de grabación para esos dos temas. Desde el primer día, los dos fueron un éxito total”, recuerda con orgullo.
Muchas puertas se abrieron entonces a lo largo de todo el país: programas de televisión, carnavales, emisoras de radio…
“Fernando Sánchez y Los Trimers brillaron en un momento difícil porque la música en Cuba tenía mucha fuerza en esa época. Estábamos compitiendo con los más grandes, con cantantes de una inmensísima calidad, sin embargo, tuvimos la suerte de colarnos ahí, fue un gran éxito lo de Los Trimers”, reflexiona el experimentado intérprete.
Ganó el apelativo “La voz del alma”. Mereció varios premios de interpretación en el concurso Adolfo Guzmán, el más prestigioso de su tipo en el país. Compartió escenario con grandes figuras. Aún hoy, mantiene presentaciones sistemáticas como parte del proyecto Legendarios del Guajirito, que tiene sede en La Habana Vieja.
¿Cuál ha sido el secreto para conservar su voz y fuerza interpretativa?, la pregunta de muchos.
“No hay secreto -asevera- Yo no bebo, no fumo, no paso malas noches, hago mis vocalizaciones diarias, mis ejercicios físicos… es el sacrificio del artista que se da al público, y por respeto a él tiene que esforzarse para mantener la calidad”.