Mónica Sánchez Quintana solo tiene 37 años y ya siente haber alcanzado su realización profesional. Apenas cursaba el sexto grado escolar en la escuela de arte de Pinar del Río, cuando entendió que le gustaba más enseñar la técnica del ballet a otros, que subir ella misma al escenario.
Y a muchos ha encaminado ya en el mundo del arte; unos desde la institución educativa vueltabajera y otros tantos desde la compañía infanto-juvenil Danzare.
“Mi mamá, Mercedes Quintana, que también es maestra y dirigió la cátedra de ballet de la provincia por 29 años, me preguntaba ¿estás segura? Y sí, yo estaba muy segura que lo que yo quería ser era maestra.
“Eso es difícil de explicar, quizás algunas personas no lo entiendan, pero yo me siento más realizada cuando veo a mis alumnos en escena. Hacerlo yo no tiene gracia, es muy fácil que tú domines las cosas para ti mismo, pero es todo un reto enseñárselas a otra generación”, cuenta.
Durante los más de diez años de interrupción de la enseñanza del ballet en Pinar del Río, Mónica encontró en Danzare su arma para continuar defendiendo la especialidad. El proyecto surgió en 2014 como iniciativa de la Casa Canaria en Cuba para la promoción de sus bailes tradicionales. Eran entonces un reducido número de alumnas y tres profesores.
Actualmente, se trata de una compañía con numerosos integrantes y un quehacer loable en la difusión del flamenco y el ballet, una combinación armoniosa a pesar de tratarse de dos géneros muy distantes.
“Cómo lo he sostenido, aún no lo sé, quizás por el empeño, por la determinación de que esto no puede ser una sola vertiente porque Pinar del Río está carente de tantas cosas. Y entonces esto hace soñar a los niños, y el flamenco es una manera de que ellos puedan bailar, sin la necesidad de la exquisitez de la danza clásica”, refiere.
Mónica parece incansable. Imparte clases en la escuela de arte, donde finalmente reabrió en septiembre pasado la enseñanza del ballet, en buena medida, gracias a la llama que mantuvo viva Danzare. A la par, conduce las clases de la compañía junto a otras dos profesoras.
Ni cuando el cielo amenaza con boicotear los ensayos, ella desiste. Reacomoda horarios o simplemente se asegura de contar con un implemento de limpieza para dejar listo el escenario del anfiteatro Pista Rita después de la lluvia y entonces, seguir bailando.
Ese empuje ha permitido al proyecto sostener, invariablemente, dos grandes espectáculos anuales en el teatro José Jacinto Milanés. Las presentaciones transcurren a teatro lleno. Desde el más pequeño hasta el más anciano de la familia está en el público. Danzare es muchas veces el pretexto para una primera vez asistiendo a una institución cultural.
Y luego de las funciones, la matrícula crece, porque más de un infante quiere pasar de espectador a protagonista. La compañía abre a todos sus brazos, echando por tierra el carácter elitista de un arte que requiere determinadas aptitudes y condiciones físicas.
“Danzare tiene que ser para todos, porque su naturaleza es ser inclusivo. Danzare tiene que convertirse en la realización de todos aquellos que pueden, y los que no pueden también. Sabemos que hay niños que no tienen las capacidades necesarias para bailar en un futuro de manera profesional; pero, entonces, trabajamos todo lo posible para que su presentación en el escenario sea muy decorosa. Ahí está el reto del maestro también”.
Aunque más de una decena de los integrantes de la compañía, han conseguido luego insertarse en la enseñanza artística, Mónica asegura que no es ese el fin fundamental del proyecto: “Danzare defiende que los niños vivan el sueño, tengan las condiciones que tengan, tengan las oportunidades que tengan; que puedan vivir ese pedacito del maravilloso mundo del espectáculo, de manera digna y hermosa”.
En los últimos meses la compañía es uno de los proyectos de desarrollo local aprobados por el gobierno en el municipio de Pinar del Río, un camino de tortuosos trámites pero que legitima y oficializa el trabajo de la agrupación.
Transcurren ahora días de mucho ajetreo. Mañana inicia un nuevo curso de verano, cuyos resultados finales podrán apreciarse en los espectáculos programados para el sábado 12 de julio, a las 3:00pm, y el domingo 13, a las 11:00am, en el Milanés.
“El curso de verano es el momento donde los niños reciben clases durante todo el día, es intensivo y es la oportunidad que tienen otros niños de acercarse y de formar parte de los talleres para luego incorporarse como matrícula oficial de la compañía”, explica la apasionada profesora.
Asimismo, aclara que por primera vez, este año, también la convocatoria incluye opciones para los adultos. “Hace tiempo que queremos experimentar eso porque nos hemos dado cuenta de que hay muchos padres con tantas ganas de vivir el sueño como los hijos y entonces, es un momento también de esparcimiento para los adultos y que disfruten el proceso junto a los niños”, comenta.
Mónica tiene tan solo 37 años y siente que ya ha alcanzado su realización profesional. A su lado, también enseñan Marcia Salgueiro y Lorena Álvarez, quienes estuvieron entre sus primeras alumnas. Apreciar en primera fila esos ciclos, que se completan y renuevan, cuenta entre sus mayores satisfacciones.
“Ya después de 11 años, me siento muy orgullosa de que a veces niños sin condiciones, que no lo pueden hacer profesionalmente, aprendieron aquí cómo subir a un escenario, y defender su espacio, y expresar lo que sienten mediante la danza.
“Y me enorgullece que lo que era un pequeño movimiento se vaya convirtiendo en algo gigantesco, donde los niños no solo aprenden ballet y flamenco, sino que además aprenden compañerismo, disciplina, y a apreciar el arte”.