Conocer a Anicio Pérez Contrera, un maestro pinareño, nos hizo pensar en valores como la caballerosidad y la honestidad. Guerrillero trae un poco de su historia
¿Quién es Anicio?, preguntó Jaliosky, el fotógrafo del periódico, una vez que la guagua paró. Llevábamos como 25 minutos esperando en el Entronque del Guayabo, por la carretera Luis Lazo.
“Yo”, respondió él. “Pues lo estamos esperando para hacerle un trabajo periodístico”. Fue toda la explicación que se le dio en un inicio. Entonces lo vimos bajar. Llevaba su bolso con papeles y libros, colgado al cuello y bien agarrado con uno de los brazos, una camisa de mangas largas y la mirada más noble y sincera que un ser humano pueda mostrar.
Así conocimos a Anicio Pérez Contrera, el maestro que lleva cerca de 40 años viajando desde su lugar de residencia, en el cinco de la carretera a La Coloma, hasta las distintas escuelas ubicadas en la carretera Luis lazo.
Ahora trabaja en la “Hermanos Lora”, en la comunidad de la Guabina, entrando por el nueve, cuatro kilómetros adentro. Hasta allá fuimos inicialmente.
La encomienda era hacer un reportaje en una de las 29 escuelitas rurales pinareñas, que funcionan en zonas intrincadas de la región, con una matrícula de uno a cinco niños, y que garantizan que todos los pequeños tengan acceso a la educación.
La “Hermanos Lora” solo tiene cuatro estudiantes de matrícula. Era nuestro objetivo fundamental la visita a la escuela, pero hicimos el viaje un martes, el único día que Anicio imparte clases en otro centro estudiantil en el kilómetro 14.
No obstante, el viaje no fue en vano, allí en esa zona, tranquila y fresca por el aire de la montaña, tuvimos la suerte de hablar con dos de los cuatro alumnos: Luciana y Estefan, ambos de cuarto grado, y, por sus comentarios y opiniones, supimos que estábamos por conocer a uno de los grandes maestros de esta región, sin exagerar.
La mamá de Luciana, alumna ganadora del concurso municipal y provincial de Ciencias Naturales en el presente curso, no solo elogió la calidad como docente, sino también como ser humano, un maestro que es capaz de preocuparse por los estudiantes siempre, y que los visita cuando están enfermos.
“Nunca falta, nos dijo, y cada día, a las seis y media de la mañana, el maestro está entrando a su escuela”.
Lo que ella tal vez no sabe es que este hombre, que ya peina canas, desde hace cuatro décadas madruga al extremo, para que lo trasladen bien temprano a la Terminal de Ómnibus, y desde ahí coge la guagua de Guanito. Ahora se queda en el entronque a la comunidad de La Guabina, trayecto que recorre la mayoría de las veces a pie.
Los alumnos lo respetan, y esa es una de las mejores recompensas que puede tener un educador. Lo supimos cuando conversamos con ellos, y nos comentaron sobre su manera de enseñar y de educar, y hasta nos mostraron fotos del pequeño grupo con el maestro, cuando en el mes de febrero fueron a echar flores a Camilo.
MAESTRO DE LOS QUE TODOS QUEREMOS
Pedacito a pedacito, ya teníamos la historia de Anicio bien concebida, pero al tenerlo delante y conversar con él, toda palabra del idioma castellano nos pareció poca. ¿Cómo reflejar con términos semánticos la naturalidad, la paz, la confianza, la humildad y la grandeza que puede haber en un ser humano?
De hablar sereno y muy calmado, pero seguro, incapaz de dobleces es este hombre, el mismo que montó en el asiento de atrás del carro del periódico, sin chistar, y nos contó poco a poco una historia que semeja a la del maestro que todos queremos para nuestros hijos.
El equipo periodístico sintió que no hablábamos con un educador cualquiera, algo en él, su sencillez, el sacrificio durante muchas décadas, los principios y valores que defiende y profesa, la entrega a la profesión y sus conceptos bien claros de su rol como docente, lo hacen ser diferente.
Tiene 63 años y más de 40 como educador, carrera que escogió al terminar la secundaria y de la que nunca se arrepintió.
“Me quedan dos años de trabajo, y cuando me jubile no pienso reincorporarme, quiero dedicarme a la cría de animales, eso me gusta, y mi profesión no me lo ha permitido”.
Ha laborado en muchas de las escuelas de esta zona de la carretera Luis Lazo, por lo que los años y la experiencia lo hacen especialista en las clases para esta modalidad de multigrados.
“Para mí el trabajo es algo importante, por eso nunca falto, a no ser por algo muy importante, como cuando mi mamá falleció”.
Se graduó de la formadora de maestros Tania la Guerrillera en 1982, posteriormente se hizo licenciado y máster en Ciencias Pedagógicas.
“Soy muy conocido en esta carretera, porque he dado clases en todas las escuelas de la zona”, refiere con un tono que casi quiere opacar el esfuerzo de toda una vida.
“Educación me ha dado la posibilidad de a veces quedarme en la escuelita, porque la cuido y, además, está en un apartamento muy confortable”.
Sobre las escuelitas rurales que acogen a niño de lugares bien intrincados nos dijo: “Es uno de los grandes logros de este país en materia de educación, ellos son niños igual que los de la ciudad.
ALUMNOS COMO HIJOS
Nos habló de sus estudiantes, de cada uno de ellos con inmenso respeto, así habló cómo los prepara para la vida y también para los concursos, y nos comentó con orgullo sano cómo Luciana obtuvo premios a nivel de municipio y de la provincia en Ciencias Naturales.
“Son chicos buenos. Las familias de campo ayudan mucho, estamos viviendo una situación difícil, en la que el pan viene cada cinco o seis días, no hay corriente, los alimentos están caros, pero a pesar de eso, a mí no me faltan los muchachos, las familias buscan.
“A veces me ha llegado alguno tarde, a las ocho y treinta, porque le hicieron un calentado, debido a que no tenían pan para la merienda, y no le puedo decir que no.
“Los de años anteriores, hoy me saludan, se abrazan conmigo, me besan… Ahora mismo conversaba con dos alumnas mías. Los tengo de todas las edades y profesiones: médicos, maestros , ingenieros, obreros…”.
No tiene Anicio mayor recompensa que el reconocimiento de la familia. Que valoren lo que hizo con sus hijos, y luego él poder observarlos realizados y aportando a la sociedad.
“Verlos ingenieros, trabajadores agrícolas, barrenderos, cualquier profesión, lo fundamental es que sean útiles, no alguien que se dedique a engañar y a estafar como los hay en la actualidad. Todos los oficios valen, lo importante es que sean hombres y mujeres dignos.
“Yo no trabajo para mí, y a todos les gusta tener a sus hijos con un buen maestro. La Educación y la Salud son servicios, y si el Estado luchó tanto para eso, uno tiene que afanarse con la mayor calidad posible”.
Es muy quisquilloso con la ortografía, la lectura y la caligrafía. “Tuve una vez un niño que ya es ingeniero, y me contó que alguien le había dicho: ‘Oye chico pero que letra más linda tú tienes’, y él le respondió que eso se lo agradecía al maestro Anicio Pérez”. Esas anécdotas lo llenan de orgullo.
Anicio es de los que piensa que un maestro tiene que predicar con el ejemplo, y ser un ser humano intachable en cualquier lugar que esté, ya sea en la guagua, la bodega, en la carnicería, en la calle…
“En mi familia el trabajo es muy importante. Mi papá era muy consagrado, a pesar de ser un analfabeto, él era pocero y fue muy dedicado.
“Un buen maestro es el que se dedique en cuerpo y alma a la profesión, a pesar de los problemas que haya, porque también es un ser humano.
“El maestro es un educador, pero moldea. Hay veces que tienes estudiantes con hogares con problemas, con padres con un bajo nivel cultural, donde se ingiere bebidas alcohólicas, incluso, hay maltrato físico.
“No siempre, pero ha habido casos así, por eso son importantes las escuelas de Educación Familiar y la comunicación permanente con la familia, porque el maestro no solo trabaja en el aula, sino en la comunidad, en las personas que lo rodean”.
Ya en la ciudad, en nuestra redacción, le brindamos un poquito de café, y mientras lo degustaba nos habló de cómo le gusta leer y estar actualizado, de lo importante de valores como la caballerosidad.
Conocerlo nos hizo pensar en los reconocimientos a tiempo y a destiempo, en la desatención al maestro, en las distinciones que se dejaron de dar, en cuántos héroes anónimos hay por nuestro Pinar del Río, y en cuánta falta hace que en los días señalados de Educación y otros sectores haya hombres y mujeres como él en los podios.
Desde ahora, lo imaginamos cada madrugada recorrer el mismo camino, siempre peleando contra adversidades como la humedad, el frío, las carencias, el salario insuficiente, las madrugadas de guardia en el cajero para coger su “dinerito”, y se nos antoja un hombre de carne y huesos, que dedicó su vida a forjar a otros.
creo obligatorio para ,mi hacer un comentario.
Anicio fue mi vecino por mas de 20 años. lo conozco ademas pues hablamos mucho . un consagrado de la educación. sobre las 5am diariamente se le veía salir de San Vicente donde residía ( no se si todavía vive allí) buscando la carretera para seguir para su Guayabo que nunca quiso abandonar. Y no en pocas ocasiones por la carretera de la Coloma , a pie , hasta Pinar del Rio . Así diariamente , año tras año , curso tras curso. Me alegro mucho del trabajo , que es un reconocimiento a un hombre laborioso de verdad.