Pinar del Río.–Elizabeth Cruz no consigue verlo como su hogar. Por más que ya hayan pasado seis meses, el pequeño cuarto de zinc donde vive con su hijo Alejandro es para ella solo «un contenedor», de los tantos que ha levantado la gente para refugiarse tras el paso del huracán Ian. «Imagínese, yo me vi sola con el niño en medio del camino, sin saber para dónde coger», dice.
Según el diccionario de la Real Academia Española, contenedor significa: «Recipiente de grandes dimensiones destinado al almacenamiento y transporte de mercancías o al depósito de residuos diversos».
Muchos pinareños, sin embargo, también llaman así a los miles de facilidades temporales armadas a retazos por las familias que perdieron sus casas.
Quizá se deba a que para optimizar recursos, la mayoría tenga una forma parecida y estén forrados con las planchas metálicas que sus dueños lograron rescatar.
El de Elizabeth está hecho con el zinc de una escogida de tabaco cercana, que tampoco soportó la embestida de Ian.
«Cuando llueve se moja un poquito, pero por lo menos tenemos dónde estar», comenta esta pinareña de la Finca La Esperanza, en el municipio de San Luis.
De la que fuera su casa, solo se conservan el piso y los cimientos. Casi todo lo demás fue destrozado en la madrugada del 27 de septiembre pasado por el peor desastre natural que haya azotado a Vueltabajo.
Medio año después, para Elizabeth las cosas apenas han cambiado. «Recursos no nos han dado ninguno, porque primero se van a hacer los derrumbes parciales y totales de techo, luego los casos pendientes de los ciclones anteriores y después será que nos toque a nosotros. Cualquier tipo de esperanza es a largo plazo».
PRIORIDADES PARA LA RECUPERACIÓN
Como ella, decenas de miles de damnificados a lo largo de Pinar del Río permanecen a la espera de alguna solución.
El enorme inventario de daños tras el huracán que devastó el territorio con vientos de más de 200 kilómetros por hora supera las 102 000 viviendas. De ahí que haya sido preciso establecer prioridades para la recuperación.
Andrés Martín Carmona, director provincial de Vivienda, explica que el objetivo es terminar en 2023 con los derrumbes parciales y totales de techo, y hacer además unas 2 000 casas nuevas, para concentrarse a partir del próximo año en el resto de los más de 18 000 derrumbes totales ocasionados por Ian.
Ello implicaría construir alrededor de unas 4 000 viviendas anuales, para concluir en cinco años, si no hay otro evento meteorológico que nos haga retroceder, advierte Andrés.
Aunque se sabe desde un principio que la recuperación del fondo habitacional será la tarea más compleja, los especialistas consideran que a estas alturas la provincia podía haber avanzado más.
El acceso a los materiales constituye sin duda la primera causa de que muchos más damnificados no hayan podido rehabilitar sus hogares.
«En lo que va de 2023 ha habido muy poca entrada de recursos», señala el Director provincial de Vivienda, y explica que en el caso de las tejas de zinc, en el primer trimestre del año solo se recibieron unas 10 000 unidades.
Además, ha habido limitaciones con el acero, la carpintería, el cemento de resistencia (p-350) con el que se realizan las fundiciones, añade.
No obstante, también los problemas organizativos han impedido un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles.
En el municipio de Pinar del Río, por ejemplo, solo se ha rehabilitado el 18 % de las afectaciones de cubierta, a pesar de haber recibido el 32 % de los elementos de techo que se requieren. En tanto, en San Juan y Martínez, con el 33 % del techo que demanda la recuperación, apenas se ha concluido el 17 % de las viviendas.
Para Andrés Martín Carmona, ello se debe a que han faltado los soportes para colocar las cubiertas y a que desde las empresas forestales de la provincia no se han podido garantizar.
Sin embargo, lo que ha llegado a manos de los puestos de dirección no siempre se ha distribuido de manera coherente. De modo que cuando se va al terreno, uno se encuentra con damnificados a los que se les entregó el techo, pero les faltan las vigas para poderlo poner, y otros a los que les dieron las vigas, pero les falta el techo.
RECURSOS A MEDIAS
En la zona de El Paradero, en las afueras de San Juan y Martínez, a Tania Mesa todavía la estremecen los recuerdos de aquella madrugada de septiembre en que una racha de viento le rompió la puerta, permitiendo que Ian entrara con toda su furia a su hogar.
De lo que sucedió después, hablan por sí solas las planchas de zinc oxidadas que lograron recolectar para remendar algunas habitaciones, la manta de polietileno encima del cuarto y la sala, para que no se mojen cuando llueve, la ventana desprendida, el cerramento levantado…
«Cuando aquello pasó, mirábamos para arriba y veíamos el cielo. No es fácil lo que nos ha tocado, pero estamos vivos», dice.
Para la reparación de su vivienda, a Tania hasta ahora le han asignado siete vigas metálicas, gravilla y arena, pero le faltan el techo y el cemento. «Nos han dicho que esos otros recursos no están, que hay que esperar».
Muy cerca de allí, Lesli Lazo tampoco ha podido reparar su casa. A diferencia de Tania, ella ya tiene el zinc y el cemento, pero le faltan las vigas y la arena.
O sea, que ninguna de las dos familias ha podido hacer nada, porque quienes dirigen la recuperación en su localidad optaron por entregarles una parte de los recursos que necesitan y dejarlas a medias, en vez de ir resolviendo un caso primero y luego otro, a partir de una distribución racional de lo que hay.
MATERIALES ESTANCADOS
La demora en la entrega de los recursos que arriban a la provincia ha sido otra de las cuestiones que impiden avanzar con mayor velocidad.
En el momento de realizar este reportaje, en el punto de venta La Piedra, en el municipio de San Juan y Martínez, y en el del Paradero, en San Luis, había planchas de zinc de donación y de fabricación nacional, vigas metálicas, cemento, arena y ni una sola persona comprando.
En este último territorio, Leidiana Hernández, coordinadora de programas y objetivos del Gobierno municipal, explicó a Granma que todos esos materiales correspondían al consejo popular de Urbano.
«Son ellos los que debían estar cargando en este momento, pero hay muchos casos a los que les falta la reevaluación».
Según la funcionaria, buena parte de las planillas que se confeccionaron con cada uno de los afectados, a raíz del paso del huracán, contiene errores. Unas están sobregiradas en los recursos y hay otras a las que les faltan.
«Aquí trabajaron personas que no estaban capacitadas para hacer el levantamiento y eso ha traído demora en la recuperación, porque todas las planillas del municipio se están reevaluando», argumenta Leidiana Hernández.
CONVERTIR LAS EXCEPCIONES EN REGLA
A pesar de los contratiempos, unas 30 000 viviendas han sido recuperadas a lo largo de la provincia.
Parte de ellas, gracias al empeño de personas que no se han quedado de brazos cruzados.
En el consejo popular de Aguas Claras, a unos cuatro kilómetros de la ciudad de Pinar del Río, Carlos Cáceres explica que ante la falta de vigas para fijar los nuevos techos, muchas familias han estado empleando la madera de las palmas derribadas por Ian.
«Aquí solo hemos recibido un puñado de planchas de zinc y otro de tejas de asbestocemento, así que le dijimos a la gente que para ponerlas había que aprovechar las palmas y hacer nosotros mismos las viguetas y las riostras.
«Este es un recurso que nos dejó el huracán y que está ahí, a nuestro alcance, en las vegas y en las orillas de los ríos».
Juan Carlos Suárez, uno de los que ya concluyó la rehabilitación de su hogar, advierte que es algo trabajoso, pero vale la pena.
A golpe de hacha, y con una sierra improvisada, movida por el motor de la turbina del agua, Juan Carlos logró sacar todas las piezas de madera para reparar su vivienda y la de su vecina Beatriz.
Quien los visite en la actualidad, no encontrará una sola huella de que por allí pasó un huracán. Pero este pinareño, de 56 años, asegura que «el viento era tan fuerte que había objetos de todo tipo volando por el aire e impactándose contra las casas. Aquí nos abrieron huecos en el techo de la sala, los dos cuartos, la terraza y la cocina».
Aunque hoy constituye uno de los buenos ejemplos que deberían convertirse en regla, ante el déficit de vigas metálicas para fijar las cubiertas, como vicepresidente del consejo popular a cargo de la recuperación, Carlos Cáceres considera que la iniciativa que han estado promoviendo en su comunidad no tiene nada de extraordinario.
«No hemos hecho más que rescatar una vieja costumbre de nuestros abuelos. En el campo siempre se hicieron casas de tabla de palma y duraban muchísimos años».