La actividad cotidiana de Mariana López Rodríguez no está vinculada a la producción de alimentos, ni a la hidroenergética, ni al turismo, economía o comercio; ni siquiera a la salud o la educación, directamente. Su misión, fuera de los asedios de la COVID-19, es darle alegría a un pueblo gris. Una calle principal y, en sus dominios, la iglesia, la línea del ferrocarril, casas altas de tejas y más remolque de animales que automóviles, hacen de Puerta de Golpe, en Consolación del Sur, un universo de muchas sombras, pocas luces.
Allí nació y, a sus 65, hacer muñecos de trapos para exhibir en su portal le da colores y sentido a la vida. “No se venden, su destino es el pueblo, para que niños y mayores puedan disfrutarlos. No hay museos aquí, hay poca recreación y es un gusto que la gente los vea, me pregunten, se diviertan con las cosas que se me ocurren.
“Muchos, al principio, querían comprarlos, hasta que han aprendido que mis muñecos no tienen precio ni dueños, porque son de todos, o de quienes los necesiten más. Hay piezas que están expuestas en casas de cultura del municipio y de la provincia y no ha faltado la ocasión para llevar mi trabajo al portal del cine y al parque”.
La idea surge cuando llega la jubilación por la fuerza de los años y la pérdida de la visión. “Trabajaba como asistente de estomatología y empecé a tener problemas con la vista, por ello tuve que retirarme y fue cuando pensé que la vida se me había acabado, no encontraba qué hacer, hasta que un día doy la primera puntada. De uno en uno tuve muchos y ya son tan conocidos aquí como la propia gente (risas)”.
De copiloto en este vuelo va el esposo, campesino nato que, en sus descansos, apoya lo mismo en clavar los muñecos más complicados, salir en bicicleta por todo el pueblo a conseguir la poliespuma que necesitan algunos, ensartar las agujas, fungir como crítico de arte o recoger los insumos en las casas de los colaboradores.
A muchos logró movilizar la pareja en función de los recursos indispensables. Blusas, ajustadores, sayas, camisas y pantalones de los vecinos se reciclan para rostros, cuerpos y vestuarios de los muñecos y con panes viejos de varias canastas se cocina la goma para pegar. Ojos y bocas se logran con más ingenio que recursos destinados para ese fin.
“Ahora estoy inventando con resinas de semillas, como la del aguacate, porque no tengo recursos para pintar las caras y hay que inventar. Lo que no me permito es que en mi cabeza queden tantas ideas sin concretar, y otros muñecos dejen de ser una realidad. Aunque no haya nada, yo sigo y para ello tengo el apoyo de personas que creen en lo que hago”.
Además de exponerse, otros rumbos han emprendido estos juguetes. Al X Congreso de la FMC llegaron, en la valija de la delegación pinareña, una familia de muñecas representando a la mujer militar y sus dos hijas escolares, para resaltar la valía de las cubanas, capaces de compartirse entre la responsabilidad social y la maternidad.
Así mismo, en el Patio de Pelegrín, proyecto sociocultural ubicado en el corazón de Puerta de Golpe, se expuso un anciano con sus nietos, en homenaje a la encomiable labor de los abuelos en el cuidado y la educación de las nuevas generaciones. Sin embargo, para la artesana, el más feliz de todos los destinos es reposar en la almohada o el estante de niños enfermos, a los que ha donado varios ejemplares.
En todas las celebraciones populares -como días de las madres, de los padres o niños, 26 de Julio y fin de año- la acera de Mariana aglutina pueblo en busca de sus últimas manufacturas. Un mono alerta sobre la importancia del uso del condón y otros animales, desde la entrada del coronavirus a Cuba el pasado marzo, portan nasobucos anunciando el cumplimiento de las medidas sanitarias que exige el momento, valor que siempre se agrega al arte que, además de ser contemplativo, eduque.
Sobre proyección futura nos cuenta: “Quiero que mis artesanías se encaminen más a la prevención, para combatir problemas como el consumo de alcohol y tabaco. Tengo en la mente hacer un gran esqueleto con un cigarro y botella de ron, para llamar la atención sobre el daño que le provocan a la salud. Creo que ver la obra puede concientizar más que mil charlas sobre el tema”.
Igualmente, tener en la casa un taller con niños para enseñar el arte de la muñequería forma parte de los sueños futuros de esta mujer que exhibe, como único premio, el reconocimiento y agradecimiento de los suyos.
Por estos días, en que la provincia está en el epicentro de la COVID-19, los muñecos descansan en sus cajones, ávidos por volver a exhibirse en el portal, para imprimir, con sus expresiones y colores, otra dosis de espiritualidad y alegría al alma de su pueblo.