A teatro lleno transcurrió la edición 32 del concurso de composición musical para niñas, niños y adolescentes Planeta Azul, lo cual confirma el amplio nivel de convocatoria que ha sostenido ese certamen a lo largo de su existencia en Pinar del Río.
Más que un espacio para los compositores que destinan su obra a los infantes, se trata de un escenario para visibilizar el talento de nuestros niños y jóvenes aficionados a la música, la danza o el teatro. En consecuencia, es también una oportunidad para que los instructores de arte, de la casa de cultura Pedro Junco, muestren los resultados de su quehacer en talleres de creación.
Esta vez, compitieron 16 obras. El Gran Premio lo obtuvo Boda, del experimentado autor Julio Brito y sus hijos Julio y Melanie Brito Rodríguez. La canción fue defendida por la jovencita Kiara Sofía Sánchez Chávez.
En tanto, el premio de la Popularidad fue a manos de Juegos, interpretada por Elisama Fonticiella Rodríguez, y los autores fueron Israel Hernández y Javier Rodríguez. Además, varios proyectos e instituciones otorgaron premios colaterales y se reconocieron los mejores textos e interpretaciones.
Resultó grato encontrar rostros muy jóvenes entre los autores concursantes, junto a otros ya consagrados. Asimismo, destacó la aceptable proyección escénica de los infantes, a pesar de que los apagones limitaron el tiempo de ensayo, según conocimos.
Por otra parte, sería imperdonable dejar de resaltar el trabajo de todos los que han tenido que ver con la sostenibilidad del concurso, en especial los de la casa de cultura Pedro Junco, institución convocante. En tiempos de tantas complejidades para el desarrollo de cualquier suceso cultural, solo han sobrevivido aquellos que han sido defendidos a ultranza por su equipo organizador.
Lo que no está bien con el Planeta Azul, es que muere cuando verdaderamente debiera iniciar su recorrido. Ahora, las obras premiadas están condenadas al olvido, a pesar de su valor, en un contexto caracterizado por infantes que consumen canciones no acordes a su edad o tomadas de internet.
Ya no son los tiempos en que existía un Cantándole al sol, el cual contribuía a popularizar las mejores obras de diferentes autores del país, así como su grabación en formato audiovisual. A la radio tampoco llegan las grabaciones.
Retomar esos caminos promocionales pudiera ser tan solo el primer paso, porque, además, sería atinado favorecer otros espacios de socialización de la obra de nuestros autores: en las escuelas, en las carteleras culturales, en esas comunidades recónditas a las que se pudiera llevar una parte de los espectáculos mostrados estos días en el “Praga”, pues, de otra manera, no llegarán a esas familias tales vivencias.
Es comprensible que tales propósitos sobrepasan al comité organizador actual. Se necesitaría involucrar muchas manos y, sobre todo, ideas que sepan saltar los obstáculos socioeconómicos actuales. Pero, si no lo intentamos, estaremos dejando, una vez más, en consigna llevada y traída ese anhelo de descolonización cultural para enaltecer lo verdaderamente nuestro.