Alrededor de los días finales del pasado mes, una publicación en la red social Facebook se hizo viral… El “post”, alojado en el muro de nuestro propio director, hacía alusión a un “productor desconocido” que, aprovechando la cobertura ofrecida por la feria agrícola de esos días, decidió vender sus productos a precios más que módicos.
Sin embargo, lo que hizo viral la publicación anterior no fue el simple gesto de tales rebajas.
La explosión de comentarios y reacciones se debió a la llegada de varios médicos ese día, entre ellos el prestigioso Iván Arenas, al punto de venta improvisado del campesino Alexander Rodríguez Lima, este último, ante la solicitud de compra de algunas frutabombas por el galeno le respondió: “Doctor, usted puede tomar y llevar las que desee, yo no les cobro a los médicos. Mi familia y yo vamos a los hospitales y ustedes nunca nos han cobrado un solo centavo”.
Pero la historia no quedó ahí. Lo que no contó la publicación fue que terminada la feria agropecuaria, este guajiro rellollo, como se autodefine, cargó con el excedente que no pudo comercializar y llegó hasta las puertas del hospital Abel Santamaría donde humildemente las donó para los enfermos.
Por supuesto, ante esta historia, Guerrillero no podía quedarse en silencio, y por ello decidió ir tras sus huellas, tras su historia.
EL CAMPESINO… EL HOMBRE
Oriundo de “La Baría”, en el municipio de La Palma, Alexander confiesa que desde chiquito está vinculado a las labores agrícolas y porcinas.
“Comencé desde niño a criar cerdos en el monte junto a mi familia, allá por San Andrés. Toda la vida me dediqué a eso. Hace 17 años me casé y vine entonces a vivir a Herradura. Aquí continué con la cría de cerdos tabulados; sin embargo, por cuestiones ajenas a mi voluntad decidí un día probar suerte con los frutales”.
Según cuenta, al momento de tal decisión escaseaba la comida para los cerdos, y producirla era extremadamente difícil, pues se necesitaban “muchos poquitos” para que el alimento quedara con la calidad deseada y se obtuvieran rendimientos óptimos.
De ese giro radical hacen ya seis años, narra Alexander, al tiempo que comenta que a pesar de la novedad y la inexperiencia en el mundo de los frutales, la vida le dio la posibilidad de consagrarse a ese sueño, y los cultivos le han retribuido su empeño y voluntad.
“Algo que debe entenderse es que la agricultura no es un negocio, sino un amor, un oficio. Uno con muchos riesgos. Y este es un precepto que me ha ayudado bastante en mi andar”.
Reconoce que la vida lo llevó por este camino por varios factores, entre ellos por la necesidad del país en materia de frutas, y porque bien en el fondo sabía que con sus cosechas podía marcar la diferencia.
“En el mundo entero la tendencia al consumo de frutas es cada vez mayor, y en Cuba no escapamos de ella, lo que nuestro problema radica hoy en el desabastecimiento de estas y los precios excesivos en ocasiones”.
“Decidí apostar por un sueño y “jugármela” con la guayaba y la frutabomba. He sembrado piña y tengo algunas hectáreas de mango, pero es la guayaba la que me llena de satisfacción, y a la que le dedico la mayoría de mi tiempo y esfuerzo”.
“LA ESPERANZA”
Con este nombre Alexander bautizó a su finca, pues tenía grandes ambiciones y metas que cumplir, y cuando se deposita este sentimiento tan puro en un proyecto, no hay otro desenlace y final que el triunfo.
“La Esperanza” cuenta hoy con alrededor de 26 hectáreas destinadas meramente a la producción de alimentos, con gran presencia de mangos, frutabombas, y sobre todo, guayaba. Esta última ocupa más del 90 por ciento de las tierras.
Y es que tras una explicación detallada, se comprende el porqué de tal distribución, ya que la guayaba permite intercalar otras cosechas como pepinos, calabazas, pimientos, frijoles y otros; cultivos que también Alexander ha sabido explotar.
“A medida que la fruta va alcanzando su madurez, podemos intercalar cultivos para recuperar inversiones y obtener producciones paralelas. Lo otro es que un campo de guayabas, atendiéndolo con todas las condiciones, puede durar alrededor de 10 años, y esto la convierte en algo sustentable si se pone seriedad en ello”.
Afirma este campesino que cuando comenzó solo contaba con nueve hectáreas, pero que de a poco y con pasos firmes fue creciendo, y alega que ahora tiene el listón situado en llegar a las 30 hectáreas de suelo en el próximo mes de septiembre.
“Poseo algunas tierras, seis hectáreas, destinadas a tres variedades de mango de clase, y ahora me interesé por plantar dos de carambola. Pero sin duda, mis sueños de expansión siguen siendo con la guayaba”.
En la finca coexisten además cuatro viveros de guayaba, entre ellos uno con 120 000 plántulas, lo que lo convierte en el de mayor extensión de todo el occidente del país. Tales retoños, asegura el productor, son de esqueje y muy dependiente del riego.
“Esta es una guayaba casi orgánica, ya que apenas utilizamos químicos en su proceso de germinación y producción. Son plantas que tienen un gran rendimiento si se les garantizan todas las atenciones desde el punto de vista fitosanitario y de poda”.
Y no es menos cierto, pues los rendimientos por planta en esta finca se encuentran sobre las 160 libras, cifras solo comparables a países del primer mundo.
Algo importante es que los viveros garantizan la siembra escalonada de guayabas durante todo el año, por lo que las recogidas son diarias y las entregas a la industria, al turismo y al consumo de la población están seguras.
“Tras experiencias pasadas, decidí sembrar escalonadamente la guayaba, para que en caso de que exista algún evento climatológico tener cultivares que estén en desarrollo, en fomento, a punto de cosecha y de demolición. Generalmente nosotros sembramos guayabas cada dos meses, y esto nos ha traído muy buenos resultados y dividendos”.
Tan solo el pasado año Alexander entregó a la industria poco más de 350 toneladas, otras 100 a la Agropecuaria Militar y más de 50 para ferias agropecuarias, hospitales y demás.
“Este año contratamos solo 100 toneladas con la industria debido a que sufrimos muchos daños con el ciclón. Todavía no nos hemos recuperado del todo, pero aun así pretendemos llegar a las 250 toneladas de frutas recogidas”.
PRECIOS, FERIAS, COMERCIALIZACIÓN… HUMANISMO
Algo que caracteriza a este hombre, y por lo que es también merecedor de estas líneas, es por su naturalidad, su carisma, su modo de pensar, y por sobre todas las cosas, su humanismo y solidaridad.
Sobre el tema de los precios y la comercialización comentó que existen diversas maneras de generar ingresos y ayudar a los demás, sin perder por ello las capacidades adquisitivas.
Y no es precisamente porque en su finca los cultivos sobren, exista un excedente mayúsculo o se carezca de puntos para comercializar, más bien se comprende que negar la ayuda a quienes la necesitan sería negar su existencia misma.
“Con el tema de los precios y la comercialización, nosotros hemos trazado mecanismos de ayuda. Existen muchas personas que se nos acercan con problemas de enfermedad, y aunque yo no esté se les regala la guayaba, también a un médico que se identifique como tal… pues igualmente tiene prerrogativas acá en la finca”.
“No nos sobran los cultivos, pero es lo correcto. Quizás otro campesino piense diferente y le saque provecho a toda su cosecha, y lo respeto, pero nosotros aquí lo vemos diferente. Sería injusto negarle la ayuda a alguien cuando por razones de enfermedad necesita las frutas o cuando por motivos económicos la persona no puede acceder a ellas para sus hijos.
“Es algo así como una ley marcial que tenemos en la finca. Lo de regalarle frutas a un médico no fue solo por motivos de la feria. Si viene un médico le regalamos la fruta, pues comprendemos la importancia de los galenos en el país. Recordemos que la salud en nuestro país es gratuita”.
Alexander asegura que no tiene puntos de venta minorista en su finca, y que el precio diferenciado que propone en las ferias es prácticamente el mismo de la industria. Está tan habituado a ello, que la costumbre siempre vence a la intención cuando de ventas se trata.
“Pensemos por un momento y hagamos un ejercicio… si somos dueños de la fruta, y no tenemos que invertir en su compra y posterior reventa, ¿por qué no poner precios bajos? Al final, si lo entendemos desde el punto de vista que incluso vendiendo a precios asequibles no perdemos, y lo que dejamos es de ganar y de ayudar al pueblo, pues estamos haciendo las cosas mal. Respeto el punto de vista de cada cual, pero el mío es ese.
“Las ferias son en días planificados para que las personas puedan, al menos en esa jornada, poder comprar la mayor cantidad de productos posibles y abastecer sus hogares; entonces ¿por qué poner precios altos? No, la idea es que cada campesino baje al mínimo posible o hasta donde su economía le permita”.
FUTURO INMEDIATO
Ante una última pregunta sobre planes futuros, Alexander expresó que por el momento entre sus metas está la ampliación de las tierras y de las producciones de guayaba. Por otro lado, agregó que otra de las premisas principales es la de mantener el insumo más importante, que es el capital humano, pues sin hombre no hay frutas.
“Queremos llegar a las tres caballerías de guayaba, y la finca se convertiría así en la de mayor plantación de este cultivo en el occidente del país; continuar la siembra escalonada y hacerlo cada dos meses con la plantación de 3 000 matas con toda la tecnología posible.
“Además, queremos incursionar en la exportación. Sabemos que es un renglón que tiene sus limitantes y lleva múltiples regulaciones fitosanitarias y condiciones específicas de la finca para lograr la certificación, pero ya tenemos identificadas las áreas para la exportación y la protección. Siempre con las reglas de la agroecología”.