Condecorada como Heroína del Trabajo, una mujer distingue con su labor al sector tabacalero en Pinar del Río
Julia Fundora no debe sobrepasar los 1.55 metros de estatura, pero nunca mejor aplicado eso de que la grandeza se mide de la cabeza al cielo.
A sus 74 años es Heroína del Trabajo de la República de Cuba, y no porque haya sido condecorada recientemente, sino porque es un título que se ganó durante toda su vida.
Le sabe “las cosquillas al tabaco”, puede, incluso, con los ojos cerrados, saber si una hoja es ligero, seco, volado…, aunque asegura que todo el mundo se equivoca, y para eso están las revisadoras en las escogidas.
“Pero puede ser que una hoja me guste más para un tipo y a mi compañera le guste más para otro”, son cosas que se aprenden con los años acumulados trabajando el tabaco.
Julia no solo lo repasa con sus manos, sino que también lo fuma, una práctica que la atrapó desde muy jovencita cuando prendía los que fumaba su padre. Sabe que puede dañar su salud, pero tantos años después ¿quién le pone el cascabel al gato?
Se disculpa una y otra vez porque llega a la entrevista toda llena de tabaco, con su olor impregnado, con las manos manchadas de la hoja, como si no fuese ese el aroma que la ha hecho una mujer merecedora de respeto, una madre de familia, el sustento de su hogar.
“LO ÚNICO QUE HE HECHO ES TRABAJAR”
Siempre se ha dedicado a abrir tabaco, a seleccionar la hoja. Primero en la escogida V-13-09, y después de Ian en la V-13-26. Allí, en la zona conocida como Forteza, se le puede encontrar cada día de la semana.
“Y siempre he hecho horas extras, participo en las actividades, ayudo al Núcleo, al Sindicato. Siempre al frente de todo, y he cumplido con las tareas de la FMC, de los CDR, porque no es salir destacada un día, es mantener esa condición a través del tiempo. Mi expediente laboral tiene un montón de hojas, y para ser sincera, yo pensé que el título no me llegaría nunca.
“No es que uno trabaje para eso, pero otras veces me habían alentado, hasta que ahora me lo aprobaron. Y de verdad fue una emoción tremenda. En el barrio y en la escogida me hicieron un homenaje. Uno siente orgullo, porque lo único que he hecho toda la vida es trabajar”, sentencia Julia, como si en el peso de sus palabras no recayeran años de esfuerzo y sacrificio.
“Cuando la muchacha del Sindicato fue a avisarme, le decía a mi compañera: ‘¿Será verdad o esto es un sueño?’. Como llevaba tantos años esperando y nada… me parecía que era mentira. Incluso, en el trabajo, alguna que otra persona me decía que me jubilara, y siempre respondía: ‘No pierdo la fe ni la esperanza, y voy a continuar hasta ver si me llega’. Y mira, logré lo que quería al cabo de tantísimos años”, comenta visiblemente emocionada.
“En enero pienso jubilarme, y si Dios me lo permite, me voy a recontratar”.
UN PUNTAL EN EL HOGAR
En la casa, Julia es también quien va delante. Tienes dos nietos, y dos hijos varones que trabajan, como ella, en el sector tabacalero, pero a su cuidado está su madre, quien alcanza los 100 años.
“Es un privilegio tener a mi edad a mi mamá. Mis hermanas la cuidan durante el día, entonces, cuando llego a las cinco de la tarde, me hago cargo yo. Hay que hacerle todas las cosas, aunque lo que más trabajo me cuesta es guarecerla los días de lluvia, pues el techo de la casa, luego del paso de Ian, se moja todo.
“Por estos días estuvieron allá unos compañeros de la Empresa para hacer un levantamiento otra vez de los recursos que lleva, aunque una parte están en el patio, porque fueron entregados por la Cruz Roja en los días posteriores al ciclón”, dijo al momento de la entrevista.
“Lo cierto es que soy el sostén de la casa, porque una de mis hermanas cuida a su hija desde que nació, y la otra apenas cobra una jubilación de 1 528 pesos. Entonces yo compro todo lo que necesita mi mamá, también las ayudo a ellas, por eso debo mantenerme trabajando, además, porque no me veo dentro de la casa”, asegura Julia con sinceridad.
“Si hay un campesino que va a perder el tabaco por los ensartes, le digo: ‘No te preocupes, que el fin de semana voy y te lo ensarto todo’, una de mis hermanas cuida a mima ese día y ese dinero se lo doy a ella”, cuenta.
Tiene una resistencia que impresiona, ágil, liviana. Después de pasar las noches, prácticamente despierta, tiene la fuerza de voluntad para levantarse cada mañana e ir al trabajo: “Soy una mujer fuerte, desde los 16 años hago esto, es mi vida”.
Según cuenta Julia, en la escogida de tabaco no se puede faltar. “Si te ausentas pierdes la prima, si no cumples el plan también, son rigurosos con eso, pero por lo regular siempre cumplo”.
DE FORTEZA A LA HABANA
Julia no borrará de su memoria jamás el momento en el que le fue impuesta la medalla de Heroína del Trabajo. “Me puse nerviosa, y eso que desde temprano lo habíamos ensayado. De aquí de San Luis fui con el doctor Padilla, quien también fue condecorado. No pude conocer a Fidel, pero vi a Díaz-Canel, me puso la medallita y me dio un beso”.
Ha sido el trabajo de toda una vida premiado en apenas un momento. Uno especial que “La Fundora”, como la conocen en su municipio, recordará para siempre.
“A los más jóvenes les diría que siempre trabajen y se esfuercen, que cumplan con todas las tareas, con todo lo que le asignen, que se coloquen retos para que puedan en la vida tener resultados”.
Como una sentencia de vida señala: “Tiene que gustarte lo que estás haciendo, si no te gusta, no eres nadie ni llegas a nada tampoco”.
¿A usted le gusta lo que hace, Julia, a pesar de tanto sacrificio?
“A mí me encanta, me gusta mucho, es lo que he hecho toda mi vida y lo que haré mientras las fuerzas me lo permitan”.