A dos años de iniciar en Pinar del Río el proyecto Comunidades Inclusivas y Resilientes, son palpables las transformaciones en los patios y parcelas beneficiadas, así como en sus actores
Los patios familiares y los organopónicos de Pinar del Río cuentan un antes y un después antes de recibir, desde hace ya más de dos años, el acompañamiento y apoyo del proyecto Comunidades Inclusivas y Resilientes, garantizado a través de Humanity and Inclusion (HI) y financiado por la Unión Europea.
De la mano de la Asociación Cubana de Técnicos Agrícolas y Forestales (ACTAF), esta iniciativa, que constituye una respuesta al impacto del huracán Ian en la provincia, tiene a su cargo el respaldo a más de 60 patios familiares y parcelas con la entrega de recursos e implementos de diversos tipos, en tanto, 10 organopónicos acogieron la instalación y puesta en marcha de sistemas de riego fotovoltaico. A la par, otras instituciones también resultaron beneficiadas. Definitivamente un camino hacia la sostenibilidad.
EL VITAL INTERCAMBIO
Pero más que recursos, Comunidades Inclusivas y Resilientes fomenta el intercambio de experiencias y saberes. Apostó desde los inicios, según explicó Sonia Álvarez Pineda, su coordinadora, más hacia el desarrollo y a propiciar una resiliencia comunitaria, de ahí que sus resultados se basen en el trabajo con 200 familias en situación de vulnerabilidad, identificadas por el Gobierno, en la respuesta humanitaria en cuatro escuelas especiales, así como la preparación ante desastres de profesores, niñas, niños y adolescentes y, por último, en el mejoramiento de las capacidades productivas y el acompañamiento y apoyo a los organopónicos, patios y parcelas.
Sobre este particular, Amélie Teisserenc, representante residente de Humanity and Inclusion en Cuba, refirió que es esencial la labor de las redes creadas para el intercambio de aprendizajes y, por tanto, hay que garantizar que no se queden únicamente en las prácticas, sino aprovechar todo lo que pueda compartirse:
“Creo que la experiencia que hubo en el proyecto de poder conectar a personas que trabajan en fincas, organopónicos, en patios, realmente fomenta el extensionismo, pero también promueve que la Agricultura sea un espacio en el que toda la comunidad pueda aportar, aprender y contribuir; eso es esencial en la búsqueda de la resiliencia y clave para la alimentación”.
ESPACIO PARA TODOS Y TODAS
Comunidades Inclusivas y Resilientes ha interactuado con personas con discapacidad y en la actualidad contribuye con la seguridad alimentaria del país y a la soberanía en esta área. Ello quedó demostrado en fincas como El Palmar, ubicada en el vial conocido como Camino del Guamá.
Allí quedó instalado un sistema de riego, se siembran hortalizas y verduras, plantas medicinales, a la vez que se potencian las prácticas agroecológicas como la lombricultura, el empleo del compost y se cierra el ciclo productivo con un punto de venta, en el que los alimentos sanos llegan a la comunidad a precios asequibles.
Uno de sus promotores, Celestino Rodríguez Baullosa, agradeció el acompañamiento del proyecto, que llegó a sus vidas justo cuando Ian los había dejado sin hogar y prácticamente sin trabajo.
Damarys Fuentes Echevarría, su esposa, y quien es el otro puntal de El Palmar, señaló: “ El proyecto ha sido como un rayo de esperanza, pues no solo nos ha ayudado con recursos, sino que ha fomentado el intercambio de experiencias con productores de otros patios y parcelas y eso es muy importante.
“Y sé que puedo hacer más. Tengo por el proyecto un sistema de riego que se sustenta en energía solar fotovoltaica, esencial para el ahorro de combustible, en un contexto en el que la situación electroenergética puede hacer mella en cualquier estructura productiva.
“He obtenido más conocimientos en temas agroecológicos, en la conservación de las semillas, en los métodos para elaborar. Solo faltaba despertar esa resiliencia que creo tenía dormida, y fue gracias a este hermoso proyecto, el cual determinó, sin dudas, la mujer que soy”, expresa con agradecimiento.
Otorgó también un espacio a la mujer campesina, a esa que incluso en medio de la ciudad llena sus manos de tierra para cultivar la tierra. Han sido muchas las maneras en las que el proyecto ha despertado la sensibilidad de las personas y les ha otorgado herramientas para ser útiles a su comunidad y a la sociedad, y ha sido así para un hombre con limitaciones físico motoras, para una madre joven con tres hijos, y hasta para una familia completa a la que el destino hizo encontrar una nueva forma de vida en el campo.
ALIANZAS INDISPENSABLES
A partir de su impacto, Yaima Benítez Mendoza, vicepresidenta de Cooperación, Proyecto y Relaciones internacionales de la dirección nacional de la ACTAF y Yomaira Almaguer Almaguer, secretaria de Colaboración y Relaciones internacionales, de la ACTAF en Pinar del Río , coinciden en que resulta muy importante mantener vivo el espíritu del proyecto y las redes de colaboración logradas.
“Es un propósito que continúen los intercambios de las buenas experiencias y que llegue a un mayor número de personas y de actores que puedan aportar a cada uno de los temas que trabajemos. Es fundamental tener ese apoyo desde la base y fortalecer esa articulación que hemos logrado de conjunto con el Gobierno, el Mincex y la Agricultura”, destacó Benítez Mendoza, quien agregó que los resultados que se tienen hasta el momento han sido gracias al trabajo en equipo.
Ortelio Rodríguez Perugorría, subdelegado de la Agricultura en Pinar del Río, reconoció el valor que tienen en Cuba los patios y parcelas, sobre todo, a partir de la situación con el agua, la electricidad y la disponibilidad de insumos productivos. Dijo que cada pedacito de tierra que se pueda utilizar cerca de la familia se traduce en más ahorro, más comida segura y sana, “es más independencia y más soberanía alimentaria”.
Señaló que el movimiento es vital para el sistema de la Agricultura por su productividad, y por lo saludable que es también para la economía de los productores. “Pinar del Río tiene que seguir trabajando en sus patios, y para ello los proyectos son vitales; no solo por los financiamientos y los insumos, sino por la capacitación, y las relaciones que se crean entre los productores, una experiencia que ya se tuvo cuando se impulsó el movimiento de frutales”, especificó.
Rodríguez Perugorría recalcó la disposición a la cooperación de forma permanente ante la responsabilidad que tiene la Agricultura de garantizar la alimentación y elevar los niveles productivos.
Los sistemas alimentarios locales tienen en la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar un pilar, y dentro de ella a los patios familiares y parcelas, pues son estos pequeños sistemas agroecológicos alrededor de viviendas los que combinan cultivos, potencian la cría de animales y hacen un manejo sostenible de recursos.
El desafío está en incrementarlos y colocar a disposición de la población, en cada una de las comunidades, alimentos seguros con precios más baratos que en el mercado. Es un reto difícil y necesario.