El diarismo del reportero, que publica a diario con la inmediatez como máxima; el trabajo de investigación, que coloca los datos en reposo, los amasija y ordena una y otra vez, hasta conseguir un juicio certero sobre el tema en cuestión. Ambos caminos, aparentemente contrastantes, complacen a la periodista pinareña Alina Cabrera Domínguez.
Más que sus palabras, lo confirman unos 33 años dedicados al oficio reporteril en la radio cubana, en los que no solo se ha enfocado en informar sino también en juzgar, discernir, proponer. No en vano recurre con frecuencia al comentario como género y en más de una ocasión, sus valoraciones han sido premiadas en diversos concursos periodísticos del país.
La más reciente muestra de ello es el gran premio de géneros periodísticos que mereciera en el 36 Festival Nacional de la Radio Cubana con la obra “El cielo como techo”, un análisis de las deficiencias en la rehabilitación de las más de 100 000 viviendas dañadas por el huracán Ian en Pinar del Río en 2022; o sea, una voz que habla por miles de familias que aun hoy esperan una solución para su hogar.
La novedad nos convidó al diálogo, en busca de presentar con justeza al ser humano detrás de los premios e, inevitablemente, conversar de la profesión que elegimos defender.
“Siento que soy una periodista apasionada. Disfruto la adrenalina de ese periodismo de última hora, que el hecho está pasando y uno lo va narrando. O te enteras del suceso y de inmediato acudes al lugar y publicas. Pero también he tenido la posibilidad de hacer mucho periodismo de opinión en la radio y en la televisión. Y esos son otros momentos de realización profesional, porque no es mi voz solamente, es la voz de muchos que tienen las mismas problemáticas, y para eso existe el periodismo: para poner temas a debate, a reflexión, para darle la voz a otras personas a través de los medios y tratar de buscar soluciones conjuntas o respuestas conjuntas”.
¿Desde antes sentías vocación por ser periodista o descubriste el periodismo verdaderamente cuando lo estabas estudiando en la Universidad de La Habana?
“Sentía vocación, porque a mí todo me inquietaba, siempre tenía un criterio o una opinión que defender y me gustaba ser escuchada. Lo que pasa es que cuando yo estudiaba en la vocacional, hacía varios años que dentro de las ofertas de carrera, Periodismo no aparecía. Entonces yo no pensé en estudiarlo porque no era una posibilidad que estuviera a la mano. Pero, afortunadamente ese año final del preuniversitario lo ofertaron y conseguí ese sueño”.
Me hablas de un periodismo oportuno, inmediato, de ejercer el criterio. Luego de estas tres décadas de ejercicio profesional, ¿sientes que has logrado hacer ese periodismo que soñaste?
“Sí. Y te digo más. Me molesta que las personas piensen que los periodistas en Cuba, en Pinar del Río, no podemos hacer trabajos de opinión. Cuando las cosas están mal, hay que decirlo. Con respeto, con argumentos, con ética. Y sobre todo, más que decirlo, proponer alguna solución desde la vocación de servidor público que uno tiene, y desde el conocimiento que uno también adquiere con este contacto con las personas, o a partir de tu propia vivencia; porque la queja y el lamento no nos van a resolver los asuntos, yo creo que el periodista tiene que ser participativo, pero también propositivo”.
En espacios televisivos como Contrapunto o Tienes la Palabra y otros de la radio, te hemos visto hurgar en temas escabrosos, que para muchos son motivo de la llevada y traída “censura”… ¿Tiene deudas el periodismo cubano hoy con ese periodismo de investigación, de interpretación?
“Sí, tiene deudas. Y el tema de la censura va, como yo lo veo, por tres caminos. El primer camino es la autocensura: no lo voy a hacer porque no me lo van a publicar. El segundo camino es que lo que estoy haciendo no está del todo bien, le faltan determinados elementos para que sea publicado. Y el otro camino es cuando usted trae un material con todas las de la ley y se publica. Y por ahí va la cosa.
“Es complicado porque tienes que buscar todas las fuentes, tienes que buscar todas las voces, lleva horas de trabajo, de investigación, de sentarte y escribirlo tres, cuatro veces hasta que lo pulas y sea lógico, pero se puede hacer.
“También es cierto que a veces abordamos temas de opinión, críticos y cuando volvemos la mirada un tiempo después, los asuntos, luego de estar mejores, están en peor estado. Eso desgasta, pero no nos puede cansar. A la prensa le toca denunciar, reflexionar, debatir… esa es nuestra parte y tenemos que hacerla bien”.
Volviendo al periodismo reporteril, ¿qué coberturas te han marcado particularmente?
“Todas las coberturas con Fidel. Las coberturas con Fidel siempre fueron una escuela. Antes del paso de un huracán, él siempre venía a Pinar del Río. En una de esas oportunidades, en lo que pasaba el ciclón, comenzó a hablar con la prensa sobre la Batalla de Ideas, los programas de la Revolución que tenían que ver con la utilización de los audiovisuales para dar clases, las escuelitas intrincadas que se iban a electrificar… Eran los grandes sueños de la Revolución en aquel momento. Y yo, que había quedado justo frente a él, me quedé admirada. Parece que él notó mi cara de asombro y entonces me dijo: Ahora parece un sueño, pero se va a hacer.
“También fue importante para mí la cobertura de la visita a Cuba del entonces presidente norteamericano Barack Obama, la del Papa Juan Pablo II. Estaba en la cobertura de la Asamblea Nacional cuando se anunció el regreso de los cinco héroes. Fueron momentos grandiosos que requirieron de mí un esfuerzo extraordinario y adicional para poder cumplir con la meta de informar, no solo con prontitud, sino también con la integralidad, la seriedad que todos esos momentos reclamaban.
“Y los huracanes siempre me marcan. Llegar y encontrarte con personas que lo han perdido todo y tú tener que mantener tu entereza y sacar esas historias sin dramatismo, pero con sensibilidad”.
A la par, te has involucrado en la enseñanza de nuevas generaciones de periodistas. A propósito, ¿qué periodista necesitamos formar hoy?
“Yo diría que un periodista certero, comprometido con lo que está haciendo. Un periodista agudo, inquieto. Que no se vaya con la primera sino que sea analítico, ético y sobre todo, consecuente con una profesión que tiene en Cuba y fuera del país grandes paradigmas que, con su verbo, incluso lograron cambiar el estado de las cosas. Ese es el periodista que necesitamos hoy.
“Hay que trabajar con rigor. Eso lo aprendí de una de las personas más importantes de mi vida, mi mamá. Ella, como buena maestra, supo enseñarnos. Y también está la otra parte de mi vida, mi hija Naomi, que decidió estudiar Periodismo y tiene intereses distintos a lo que yo hago como reportera, pero sea cual sea el camino que uno elija, hay que ponerle muchas ganas. Si no pones deseos, la obra no sale”.
Ya has logrado mucho en el orden profesional. ¿Qué falta por hacer?
“Seguir enseñando, me apasiona hacerlo. Y también tengo mucho que aprender de periodismo digital, redes, podcasts… ahora mismo aprendo de los que fueron mis estudiantes y eso también me hace feliz.
“Intento levantarme cada día con deseos de hacer, porque la vida diaria puede ser agotadora, pero, trato de no cansarme porque entonces no podría hacer periodismo”.
Alina Cabrera Domínguez ha sido por 25 años la corresponsal de Radio Rebelde en Pinar del Río y actualmente, también asesora el departamento informativo de la emisora provincial Guamá, donde inició su camino profesional en la década de 1990.
Entre los múltiples galardones que ostenta por su quehacer periodístico también figura el Premio nacional Juan Gualberto Gómez, que otorga la Unión de Periodistas de Cuba.